Nicomedes Sejas Terrazas
Los ciudadanos que fueron obligados a votar en las insólitas elecciones judiciales no tenían opción a negarse, pero al acudir a las urnas lo hicieron para expresar contundentemente su sentimiento de rechazo. Muchos opositores aplaudieron aquel rechazo, olvidando que muchos de ellos fueron cómplices en la aprobación de aquel curioso como oneroso procedimiento.
Aquel masivo rechazo ciudadano de pronto modificó la derrotista suposición de que el pueblo elector profesaba una lealtad pro oficialista a toda prueba. Los opositores, afectos siempre a los cálculos, deshojando margaritas, pudieron especular con el desencanto popular del MAS, y cada partido de la oposición se atribuyó mérito en ello. El oficialismo desnudó su orfandad popular con un escaso apoyo en las urnas, devolviendo a la oposición su perdida esperanza en la perspectiva de futuras contiendas electorales.
El mensaje popular es claro. La ineficiencia de la gestión gubernamental y las frustraciones que engendra no pueden ser pasadas por alto, no obstante algunas estadísticas, como el récord de las Reservas Internacionales Netas, que sobrepasan la friolera de 14 mil millones de dólares, hábilmente presentadas para destacar el incremento del PIB per cápita, pero con una discreta mención de la deuda interna y externa que también alcanza otra cifra récord de diez mil millones de dólares.
Las forzadas elecciones para la Gobernación del Beni ofrecen una excepcional oportunidad para que una oposición con vocación democrática pueda cosechar los votos de los electores desencantados con el “socialismo comunitario”. En las elecciones del 2009, la oposición, invocando la validez de la estrategia parlamentaria para disputarle el poder al MAS, o justificándose de ese modo, se desinteresó en la construcción de una alternativa nacional fuerte frente al oficialismo.
Una ingenua confianza se alimentaba de la ilusión de una “media luna” fuerte, donde la posibilidad de acceder a un número suficiente de representantes en las regiones, con una presencia mayoritaria de la oposición, impediría una mayoría oficialista, obligándola a negociar sus iniciativas legislativas y administrativas con la oposición. El resultado fue simplemente desastroso, porque los escaños de ambas cámaras fueron acaparados aplastantemente por el oficialismo.
La oposición aportó su miopía y su abulia al festín oficialista, no caben las tardías lamentaciones. Los procesos legislativos y las medidas administrativas del Poder Ejecutivo, adquirieron la verdad y legitimidad que el oficialismo les quiso otorgar a través de su mayoría parlamentaria.
Ante las próximas elecciones del Beni, la oposición dividida por su vieja lógica, parece más cerca de reeditar su reciente fracaso electoral de 2009 y no de fortalecer las condiciones democráticas necesarias para el verdadero proceso de descolonización del Estado boliviano; en esta hora de las cosas pequeñas parece más importante salvar un proyecto partidario sacrificando con cierta indiferencia los objetivos de construcción nacional.
Es frecuente que la vorágine electoral incida en la desorientación de sus protagonistas, donde resultan relevantes sólo las formas. Los potenciales opositores han cedido a sus propios demonios internos al subordinar la unidad a la satisfacción de sus mezquinas aspiraciones.
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