Ana Muñoz Álvarez
Más de 2.300 millones de personas leen al menos un periódico al día. A ellas hay que sumar los que ven la televisión, escuchan la radio o se informan a través de la red. Tan sólo los españoles consumen de media más de seis horas al día delante de algún medio de comunicación, incluyendo Internet. Por ello, se dice que vivimos en la “sociedad de la información”. Sin embargo, también en la información, unos somos más iguales que otros.
Por un lado, el consumo de medios de comunicación en los países del Norte nada tiene que ver con el de los empobrecidos del Sur. Las tasas de analfabetismo y la brecha digital hacen que las personas que viven en el Sur tengan un acceso menor a los medios y a la información. Sólo la radio es universal en estos lugares. De ahí la importancia de los pequeños proyectos de radios comunitarias, que ayudan a informarse a poblaciones donde no llega Internet ni el resto medios de comunicación “de masas”. Además, son un instrumento estupendo para lanzar campañas de sensibilización sobre temas diversos, como el SIDA, la importancia de ir a la escuela o cuándo y cómo mejorar las cosechas. Un ejemplo es la Radio Soleil en Haití. Desde aquí, se lanza mensajes para mejorar en la higiene y evitar el contagio del cólera o para informar de la evacuación en caso de huracanes.
Tampoco es lo mismo ser del Norte o del Sur para el flujo informativo. Ya en los años 70, se hablaba de la desigualdad en el flujo informativo y el “Informe MacBride” de 1980 trataba de buscar nuevas fórmulas para cambiar el orden de la comunicación. Tras más de treinta años, la realidad no es muy diferente. En el año 2012, la mayoría de las noticias de los países del Sur vienen de agencias y medios del Norte y el tamaño del Sur es muy reducido dentro del panorama informativo mundial. Sólo los grandes desastres naturales, hambrunas o guerras de los países del Sur tienen cabida en los grandes medios internacionales. A veces ni eso. El huracán Sandy pasó por el Caribe, causó destrozos graves en Haití y Cuba, pero sólo cuando llegó a Estados Unidos el mundo se puso en alerta.
Para muchos periodistas y profesionales de la comunicación, hay otra manera de comunicar y, para ello, es necesario volver a poner a las personas como protagonistas de la noticia. El periodismo no es más que lo que alguien cuenta sobre lo que le ocurre a otro alguien. Hoy, la mayoría de los periodistas se han convertido en meros portavoces de los gobiernos, los partidos políticos o los mercados. Pero lo importante es lo que les ocurre a las personas, lo que les afecta… El periodismo tiene sentido si responde a la necesidad de la sociedad de controlar a los gobiernos. Se nos olvida que los periodistas estamos al servicio de los ciudadanos.
La comunicación, el periodismo, puede ser una herramienta para mejorar la vida de las personas, para formar a la población, para informar a los ciudadanos y transformar las realidades injustas. Muchos profesionales creen en el poder de la comunicación para cambiar la vida de las personas. Es necesario cambiar la manera de informar y los asuntos a informar para mejorar la visión que los ciudadanos tienen de la profesión y cambiar el dicho de “no le digas a mamá que soy periodista. Dile que toco el piano en un burdel”. ¡Volvamos a sentirnos orgullosos de ser periodistas!
La autora es periodista
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