Es innegable que en un Estado o país debidamente administrado por un Gobierno, las perspectivas de desarrollo y progreso, las soluciones de sus problemas, la unidad de su población, la educación de su niñez y juventud, la industrialización del país y, en general, el mejorar su economía es un hecho general y de complacencia de todo el pueblo; pero…
Resulta doblemente importante que el Gobierno, con su capacidad y poder de decisión o con planes en preparación, entendimiento de los problemas del Estado y capacidad para captar la confianza de la colectividad, entienda que, sin estos últimos atributos, nada podrá. Por el contrario, si sólo emplea la fuerza de las leyes -siendo Gobierno legal y legítimo- y no practica valores, sólo conseguirá que la colectividad lo rechace y cualquier proyecto que emprenda tendrá el estigma de no contar ni con la aprobación ni el respeto del pueblo.
Para muchos regímenes de gobierno, poco o nada han importado los criterios del pueblo, porque han tenido en cuenta sólo el hecho de que estando en el poder asumían la posición de dioses, de dueños de todo lo que está bajo su poder y dependencia. Estos gobiernos, lamentablemente, actúan bajo principios de egocentrismos y hasta tiranía porque consideran que haber llegado al poder mediante el voto implica que poseen toda la confianza pública para hacer y deshacer todo.
Las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” han servido para que esos regímenes actúen con absoluta impunidad, porque los gobiernos que los han sucedido no han tomado en cuenta lo ocurrido anteriormente y, en consecuencia, no han tomado ninguna medida en contra de ellos; es decir que sólo aplicaron aquello de “hoy por ti, mañana por mí”. De este modo, la corrupción de un régimen ha sido heredada por otro en perjuicio del país.
Lo cierto es que los partidos políticos y los grupos que se hacen del poder de un Estado o país, deben tomar conciencia del importante papel que tienen que cumplir en beneficio del Estado que es lo permanente, lo eterno frente a cualquier Gobierno que es circunstancial y momentáneo, sea por efecto de la imposición de la fuerza o por la fuerza del Derecho, que es la vigencia de la Constitución y las leyes que determinan la elección de un Gobierno mediante el voto popular.
¿Para cuántos regímenes ha servido la regla de que el Gobierno debe servir al Estado? ¿Cuántos de los gobernantes han actuado sólo para servirse del país y lograr hasta inmensas fortunas, conductas que muchas veces han quedado en la impunidad? La historia de los pueblos contiene muchos casos de grupos de “gobernantes” que han sabido hacerse de la administración de un Estado o país sólo para la satisfacción de sus ambiciones; casi nunca a favor de la colectividad, que es el Estado mismo conjuntamente su territorio, sus bienes y sus instituciones.
Es importante que quienes administran un Estado o país, lo hagan en la condición de Gobierno, que debe ser sinónimo de servicio, honestidad y responsabilidad. En otras palabras, ningún régimen hecho Gobierno puede actuar en contra de un Estado o país porque ello implicaría traición a la Patria de la que cercenan lo que tienen y dejan precedentes para que otros cometan las mismas tropelías en detrimento de la comunidad nacional.
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