Los temas referidos a drogas alucinógenas o narcotráfico son muy escabrosos y hasta molestos para escribirlos, porque se trata de un negocio criminal que produce víctimas en todas partes del mundo; pero, dada la magnitud de este problema, no hay otro camino que tratarlos para pedir que la comunidad internacional no sólo rechace esa actividad ilícita sino que la erradique totalmente del orbe.
Hay que reconocer que el gobierno del presidente Evo Morales ha reconocido últimamente el grado de avance del narcotráfico y lo más doloroso es que nuestro país ha resultado una especie de pequeño o gran centro no sólo para los cultivos de coca, sino para la fabricación, hasta lograr productos como pasta base y cocaína cristalizada. También se reconoce -pese a lo que señale la “sentencia” de desertificación del Gobierno de Estados Unidos- que nuestro país tiende a convertirse en sitio de distribución no sólo en el continente sino hacia otros lugares del planeta.
Es una grave situación que enfrentamos, si tenemos en cuenta que el contrabando, próspero y crecido desmesuradamente en los últimos tiempos, es uno de los aliados del narcotráfico, que aprovecha inclusive las situaciones de corrupción que pudiesen presentarse en el país. No se puede negar que los cocales ilegales abarcan buena parte de nuestro territorio y no hay sitio que esté libre de posibles o seguros pisadores de coca, fabricantes de droga y comercializadores que actúan con tal impunidad y se ha comprobado que las acciones de interdicción que se realizan apenas les hace mella.
La droga que se produce en el Chapare cochabambino y en otros sitios tiene asegurados “caminos o rutas fantasmas” que hoy se sabe plenamente que surgen en los sitios menos pensados, porque los empresarios de las drogas cuentan cada vez con poderes ilimitados y son ellos los que difunden la especie de que “Bolivia es generadora de drogas”, porque así les conviene para sus labores de propagar la existencia del producto en países donde el consumo aún podría ser incipiente.
Es importante que el Gobierno, así como se ha percatado de la gravedad de la producción de droga en nuestro país, adopte medidas más drásticas para combatirlo y lo importante, a corto y mediano plazo, es dar vía libre a la industria nacional, a la inversión de capitales y tecnología y a la reapertura de fuentes de producción que desde el año 2006 permanecen en una especie de cuarentena que el Gobierno habría dispuesto sobre ellas.
Estas medidas harán posible la apertura de fuentes de empleo; entretanto, el Chapare, los Yungas, Ibirgarzama, San Germán y muchos otros sitios seguirán siendo fuentes receptoras de quienes buscan trabajo y que, así sea en contra de sus conciencias, se ven obligados a prestar servicios en labores ilegales, como el cultivo de coca excedentaria y la producción y comercialización de droga.
Será importante, por otra parte, que el Gobierno despliegue campañas para hacer entender a la comunidad de países ricos y desarrollados que la producción de cocaína se debe, exclusivamente, a la excesiva demanda y no a que los países productores pobres se beneficien con el letal negocio. Muchas veces hubo permisividad frente a ese grave problema y países como Colombia, Perú, China, Vietnam, Bolivia y otros no pudieron ser tenaces y drásticos en combatir al narcotráfico porque no había empleo para sus habitantes necesitados de tener un sustento de vida para sí y sus familias.
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