A 32 años de la partida de Lennon

Usar el pelo largo, los pantalones ajustados y los lentes redondos era una forma de imitarlos. Con el paso de los años el fanatismo por los Beatles, como por otras cosas, se ha ido atenuando, porque me doy cuenta que parte de mi vida no va a desaparecer.

Los Beatles fue una banda de rock inglesa durante la década de 1960, y reconocida como la más exitosa comercialmente. Sus discos llegaron a Bolivia meses más tarde y sus canciones las repetíamos sin interesarnos por el contenido. Importaba el ritmo, el toque especial y John Lennon era el alma de ese grupo.

Un 8 de diciembre de 1980, un loco le disparó por la espalda cuatro balazos que mataron al artista, pero no su obra. Aquel día entendí que muchas cosas perduran en el corazón del hombre que tiene memoria.

No encuentro una profesión u oficio que haya resistido al imperio de la mediocridad, es que la norma de las personas es realizar labores sin lograr ninguna excelencia. Me parece que Lennon buscó en su vida la excelencia; es que las grandes obras no suelen ser comunes, porque demandan un gran esfuerzo que para el hombre común es ininteligible.

En la redacción de un periódico, en la oficina, en el taller o en cualquier fuente de trabajo envejecemos todos los días, en la medida en que vamos repitiendo las mismas cosas. A eso llamamos: trabajo.

Acostumbrarnos a convivir con malhechores, necios, extorsionadores nos ha vuelto rutinarios y hacemos poco para cambiar ese estado de cosas.

Al mirar el calendario recordé que este 8 de diciembre se cumple un año más de la partida de Lennon, un hombre que nació en una cultura distinta a la mía y no por ello es mi enemigo, hablaba un idioma de un país de mayor desarrollo y no por ello es un colonizador. Es que el lenguaje de la música es universal, pero el mensaje de excelencia que me transmitió lo conservo día a día.

El autor es Editor General

de EL DIARIO.