Argentina, después del fracaso del Primer Ejército Auxiliar Argentino, quedó completamente a merced de los ejércitos realistas comandados por el general Pío Tristán, quien cruzando la frontera invadió las Provincias Bajas del Río de La Plata, ocupando Salta y Jujuy. Quiso tomar Tucumán, pero se lo impidió el general Manuel Belgrano en la batalla de Salta, derrotándolo totalmente el 20 de febrero de 1813.
Tal derrota determinó la huida de los saldos del ejército realista hacia el norte, sorprendiendo a José Manuel de Goyeneche, que salió de Potosí, y facilitó el ingreso a las Provincias Altas del ejército de Belgrano, considerado como el Segundo Ejército Auxiliar hacia el Alto Perú.
El 7 de mayo de 1813, el general Belgrano ingresó a Potosí. Belgrano se preocupó por gobernar de un modo diferente a su antecesor. El ejército argentino se comportó correcta y disciplinadamente, tuvo un buen comportamiento.
El comando español tenía un nuevo jefe, el general Joaquín de la Pezuela; había que detener al ejército argentino. El general Pezuela avanzó hacia Potosí, saliendo Belgrano a su encuentro en las planicies de Vilcapugio, siendo totalmente derrotado. Los saldos del ejército argentino se retiraron a Potosí, siendo muy bien recibidos y auxiliados debido a su buen comportamiento. Belgrano decidió ocupar Potosí, máxime si no hubo persecución realista, reordenándose el ejército argentino.
Pezuela nuevamente obligó al ejército argentino a presentar batalla en la planicie de Ayohuma, derrotándolo nuevamente, pero en una forma desastrosa, retirándose los argentinos a Potosí, donde el pueblo potosino por segunda les dio el auxilio merecido.
El general Belgrano consideró huir hacia el sur, debido a que Pezuela avanzaba por un flanco a Potosí. Decidió distribuir entre los potosinos, entre los pobres, las pulperías argentinas repletas de alimentos, produciéndose la salida del ya reducido ejército argentino el 18 de noviembre de 1813.
A las 2 de la tarde salió Belgrano con la caballería, seguido de la infantería, más atrás estaba el segundo de Belgrano, Antonio Díaz Vélez con un destacamento de infantería. El pueblo potosino ubicado alrededor de la plaza salió para ver la retirada del Ejército Auxiliar, pero cosa curiosa, se produjo un silencio sepulcral, los infantes argentinos quisieron desalojar al pueblo, alejarlo de la Casa de La Moneda, dispersarlo, retirarlo por lo menos a diez cuadras de la Moneda. Los potosinos no comprendieron que sucedía y naturalmente no obedecieron.
Finalmente los argentinos decidieron decir la verdad, la Casa de La Moneda iba a ser volada con dinamita colocada para el efecto. Los potosinos se enfurecieron, no se movieron. Díaz Vélez decidió encender el fulminante y salir de La Moneda cerrando los pesados portones, pero no se encontró la llave para cerrarlos, por más que la buscaron. Los potosinos cerraron el paso a los argentinos que huían despavoridos a la espera de la gran explosión, bloquearon las salidas, los auxiliares desesperados encontraron una salida, huyendo hacia la montaña de plata, pero nada pasó, no hubo tal explosión.
Unos audaces potosinos, no estando los portones de La Casa de La Moneda cerrados con llave, ingresaron y cortaron la mecha, alguien había ocultado las llaves del portón.
Un capitán argentino decidió volver con su escuadra, para volar la Casa de la Moneda, pero los potosinos estaban furiosos, los habrían deshecho a él y a sus soldados.
Pero, ¿qué ocurrió?, un oficial argentino, enamorado de una hermosa potosina, le confió los planes de dinamitar la Casa de la Moneda. Ella persuadió al oficial para no cometer semejante atrocidad. Fue este oficial argentino quien había ocultado las llaves, salvando a Potosí y a la Casa de La Moneda.
Belgrano si bien presentó en Potosí una buena conducta, al pretender volar la Casa de la Moneda, a Potosí y a sus habitantes, exasperó totalmente a los potosinos.
El derrotado Segundo Ejército Auxiliar fracasó en su intento por recuperar las provincias altas para el gobierno del Río de La Plata.
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