Juan Bautista Del C. Pabón Montiel
La mayoría de los escándalos del siglo pasado en el mundo provocó la renuncia de ministros y la caída de gobiernos. Entonces se dio paso a un nuevo gabinete y se posibilitó una investigación imparcial de lo acaecido. En otros casos nada sucede, parecen intocables los ministros.
En Bolivia, desde el escándalo con la detención de un alto funcionario policial como el general René Zanabria, hasta el último que tiene ribetes monstruosos, bolivianos comunes tenemos que temblar por nuestras vidas y bienes. Y más aún, estando presos corremos el grave riesgo de terminar en manos de altos funcionarios que luego de arrestar, chantajean, extorsionan sin misericordia. En todo caso, ningún hombre fuerte del Gobierno actual ha renunciado (?).
El reciente caso destapado no es una novela o película de Don Corleone, es una realidad boliviana en la que corrupción y crimen organizado están en manos de funcionarios del Estado, encargados de proteger vidas, bienes e intereses de la ciudadanía confiada en los supremos poderes del Estado y naturalmente del Gobierno.
El Ministro de Gobierno puso sus verdades, sus determinaciones cumpliendo su deber. No es otra cosa: revelar lo más delicado sucedido en siete años del gobierno del presidente Evo Morales Aima. Lo otro es que deberían renunciar o todo el gabinete o los dos ministros cuyas carteras fueron infiltradas por el robo, extorsión y crimen organizado. No hacerlo es impedir que se investigue con cierta imparcialidad los hechos denunciados. Decimos, señores, cierta imparcialidad, porque tenemos el derecho de dudar de magistrados, jueces, fiscales que han sido y son parte de todo un aparato criminal. Evidentemente no todos, pero ahí tienen muestras de monstruosas conexiones del delito en el mismo Gobierno.
Debemos afirmar que la corrupción está enquistada en la nación desde hace mucho tiempo y que otros gobiernos terminaron en medio de actos punibles por la justicia, pero la impunidad ha sido y es una norma nacional. “Mal de otros, consuelo de tontos”, dice un aforismo popular.
¿En qué terminará todo esto? Si continúan los ministros en sus cargos, ejerciendo el poder, sin que haya una nueva autoridad, o una Comisión de alto nivel oposición-gobierno que con plenos poderes investigue y concluya con la condigna sanción a los culpables, ¿para que sirvió la pantomima de la elección a los magistrados?
Bolivia, señores, está siendo socavada en sus cimientos mismos. Y nuestro mal no es económico, porque hay dinero, nuestra crisis de no acabar es moral, que viene desde una educación superficial, el teatro de las promociones, los gastos inútiles de tales egresos; los aplazamientos masivos de nuestros bachilleres que encuentran como una respuesta ingresar en la política-partidaria, llegar al Gobierno e enriquecerse a toda costa, con la ventaja suprema del poder. La aguda crisis del Estado-Gobierno es espiritual, por total ausencia de valores.
No solamente somos los viejos los corruptos, también son los jóvenes, a los que en la televisión nacional y prensa se los observa como fieles seguidores de un mal que puede poner en peligro la existencia de la nación, como en el caso del narcotráfico y sus secuelas. O sea, en el momento histórico para Bolivia en el que se juega su destino.
Final: ¿cómo y con qué autoridad moral enfrentará el Gobierno el último drama delictivo que, repetimos, involucra a altos funcionarios del Estado? “Dios guarde a Bolivia y sus habitantes”.
Puerto Suárez - Santa Cruz, Bolivia.
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