Cartas
Señor Director:
Nuestra familia salía del estadio, después de ver el partido, con dirección hacia la calle Saavedra, esquina Uyuni, (donde habíamos estacionado el auto), con tres niños (dos niñas y un niño), cuando de pronto fuimos sorprendidos por una horda de jovenzuelos que comenzó a atacarnos amenazándonos y lanzando piedras.
Una de ellas impactó en la cabeza de mi esposo y la otra en la rodilla de mi pequeña de 9 años, quien además se llevó la peor parte, pues no contentos con este amedrentamiento, no faltó un cobarde que jaló los cabellos de mi niña, arrancándole su gorra y zarandeándola de un lado para el otro.
Ella comenzó a gritar y llorar sin consuelo porque la piedra que le llegó a su pierna era del tamaño de un tomate, pero su terror sólo empezaba, ya que por encontrarse de la mano de su papá fue rodeada por este grupo sulfúrico que la empujaba y gritaba.
No hubo policía para defendernos ni dispersar a este grupo de maleantes que ante su frustración tomaron revancha con una familia que nada les hizo, como pudieron evidenciar muchas personas que se quedaron atónitas a nuestro alrededor. Nuestro único error fue intentar llegar al estacionamiento, acabando de salir de la puerta 14, donde lamentablemente este grupo se apostó tras el partido para golpear a cuanto transeúnte pasara.
Nos separaron para agredirnos, pues un grupo tumultuoso se quedó atacando al varón y la niña menor, mientras el otro nos gritaba y amenazaba a dos mujeres y dos niños.
Lo que comenzó como una fiesta familiar acabó siendo para mis pequeños uno de sus más temidos sueños, pues no se puede entender la reacción de éstos que se llaman hinchas del fútbol que no respetaron a niñas ni mujeres.
¿Es que acaso nunca fueron niños, no tienen hijos o no los tendrán? ¿Qué cabeza puede albergar semejante grado de enojo para arremeter contra pequeños? Si muchas veces estos tipos creen resolver sus problemas a golpes, pues que lo hagan con sus iguales y no con personas indefensas que están en plena etapa de crecimiento. La violencia no es justificable y menos si es impuesta a niños, ni todo el alcohol que bebieron ni el hecho de ocultarse tras la multitud los disculpa, se aplazaron.
Hay ciertos límites que no se debe cruzar y éste es uno de ellos, nuestros hijos tienen todo el derecho de asistir a eventos futboleros con la plena garantía para que su integridad no sea afectada en ninguna forma.
Hoy hago esta denuncia por mi pequeña que no puede crecer con el trauma de no poder asistir a una actividad que hasta ahora fue una de sus pasiones. A ella le negaron la posibilidad de crecer en una sociedad civilizada que le ofrezca la garantía de sus derechos y, claro, como para muchos la niñez nada significa, es común ver esta clase de agresiones y quedarse callado.
No me quedaré callada y como madre reclamo a las instituciones encargadas de velar por nuestra seguridad (no por mí, sino por mis hijos que fueron los más afectados), a que cumplan con su trabajo y a los dizque hinchas que creen que hicieron justicia agrediéndonos, que mediten sus actos y la próxima vez que quieran resolver sus problemas internos, no recurran a la tarea más sencilla que es atacar niños o niñas, sean más valientes y enfréntense a sí mismos.
Pido a los medios de comunicación que me ayuden a denunciar esta violencia en contra de los niños, pues no se puede repetir, hoy fueron mis hijos, mañana podrían ser los suyos.
Lizbeth Mejía Noé
Una Bolivia Comunicaciones
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