Muchos escolares crecieron con un mundo de enseñanzas, un mundo lleno de magia y de aprendizajes, en ocasiones difíciles de desentrañar. Desde la primera publicación de estos mundos de ensoñaciones ya han transcurrido 200 años, convirtiendo de esta forma a las ideas de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, una compilación de narraciones destinadas a llegar a casi todo el mundo.
Desde aquél 1812 los cuentos de los hermanos Grimm, como es usual llamarlos, fueron traducidos a 170 idiomas y desde 2005 la primera edición, que se encuentra en Kassel (centro de Alemania) forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad, como señala la agencia internacional EFE.
Según esta agencia, el bicentenario de esa primera edición servirá en Alemania para dar comienzo al llamado Año Grimm, que se prolongará durante todo 2013 y que tendrá como epicentro Kassel, ciudad en la que vivieron los dos hermanos entre 1798 y 1841.
De acuerdo a los expertos en el tema, el éxito de los cuentos no fue inmediato. Al comienzo, a muchos lectores no les gustaron por el exceso de detalles crueles que incluían y de notas de pie de página de los dos hermanos que estaban más acostumbrados al rigor filológico que a la creación de “bestsellers”.
Otro de los impedimentos para el éxito fueron las alusiones sexuales demasiado directas, que fueron eliminadas de ediciones posteriores. Los cuentos que les darían fama mundial eran sólo uno de los muchos proyectos de dos profesores que tenían como propósito clave recoger la tradición cultural popular alemana, para lo cual también realizaron colecciones de sagas y de poemas.
Además, Jacob y Wilhelm Grimm empezaron el primer diccionario histórico de la lengua alemana, que se concluyó en 1961, y crearon la germanística como disciplina universitaria. Todo ello hace que muchos expertos consideren que los hermanos Grimm tienen al menos la misma importancia para la cultura alemana que la que puedan ostentar los llamados clásicos de Weimar, Johann Wolfgang Goethe y Friedrich Schiller.
La recolección de cuentos empezó hacia 1806 y, pese a la idea romántica de los dos hermanos de ir de pueblo en pueblo para recuperar historias perdidas, todo parece indicar que el trabajo de campo fue mínimo y que quienes les contaban las historias fueron personas que pertenecían a su círculo de amigos y conocidos.
“Los Grimm nunca hicieron trabajo de campo sino que recurrieron a la gente que conocían en Kassel”, afirma el germanista Heinz Röllecke en una entrevista para el semanario “Die Zeit”. Otras historias las obtuvieron de viejos libros y recurrieron a autores tan diversos como el reformador Martin Lutero y el zapatero-poeta Hans Sachs.
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