El excesivo uso de drogas alucinógenas y su casi imposible erradicación, ha incitado a muchas personas, entidades y hasta gobiernos, a intentar su legalización, es decir, su consumo si bien controlado por “razones médicas”, pero con libertad para su comercialización. La medida es apoyada por muchas personas con formación científica, como médicos, psicólogos, sacerdotes de diversos credos religiosos, escritores, profesionales de las ciencias médicas y farmacéuticas y hasta periodistas.
Se cree, vanamente, que su consumo lícito hará que los drogadictos disminuyan su adicción y recurran a medios profesionales para continuar tratamiento; que su ejemplo sirva para quienes tienen vicios contraídos con el alcohol, el tabaco y otros. Consideran que los drogadictos no tendrán más el rechazo de la sociedad y los productores de droga se verán impelidos a evitar una mayor producción.
La verdad es que todos los argumentos que son utilizados para incrementar la fabricación de drogas, su comercialización y consumo son simples tentáculos de atracción para quienes tienen en ciernes recurrir al letal vicio, porque con ningún otro vicio que es parte del hedonismo cubre las urgencias que tiene el necesitado de drogarse hasta los extremos mayores de estupidez y pérdida de conciencia de sus actos.
Legalizar las drogas alucinógenas sería como justificar el crimen y la matanza indiscriminada que cometen quienes tienen propensión a cometer las mayores insanías; legalizar el vicio implicaría mayor exigencia de drogas y el incremento de sus precios hasta llegar a los peores extremos para conseguirla, pasando por el simple robo, el asalto y llegando a los crímenes. Se alega que su consumo legal daría lugar a que las autoridades certifiquen su vigencia y abandonen labores de interdicción que hoy se desarrollan.
Quienes alegan legalizaciones tan contrarias a la vida y seguridad de las personas, no hacen otra cosa que atentar contra las leyes, los derechos humanos y las disposiciones condenatorias de un mal que cobra diariamente miles de víctimas que en su totalidad suman millones de personas, hasta rebasar los resultados de muertos que han cobrado todas las guerras habidas en el planeta.
Al margen de todo ello, olvidan que la drogadicción es portadora de otros vicios y enfermedades, como cáncer, SIDA, sífilis, tuberculosis, enfermedades cerebrales que requerirían, con seguridad, largos tratamientos para conseguir rehabilitación.
Por supuesto que para los empresarios de las drogas, directivos del narcotráfico, el negocio se multiplicaría, puesto que en la práctica se convierte en dominio de políticas, acciones sociales, anulación de la cultura, destrucción de valores humanísticos que crean autómatas sin beneficio alguno para la humanidad. Que algunas drogas poseen cualidades o condiciones para usos medicinales, como es el caso de anestésicos, es evidente; pero su consumo masivo implicaría, de todos modos, promover muerte, desesperación y destrucción de valores y del organismo de quienes consumen.
Desde cualquier punto de vista, no existe conveniencia alguna en la legalización de drogas; lo que corresponde es combatir los cultivos de las plantas que producen su conversión en drogas; es decir, erradicar totalmente su producción y combatir a quienes fabrican y comercializan los alucinógenos, sancionar a los culpables y seguir tratamientos a quienes resultan víctimas seguras de tan nefasto negocio que atenta contra la vida.
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