Eufronio Toro Vaca
En 2005 el Gobierno de Carlos Mesa aprobó el decreto 28.225 para la producción y comercialización de soya transgénica resistente al herbicida glifosato. En enero de 2006 el presidente Evo Morales llegó al Gobierno con un fuerte discurso contra los transgénicos y los biocombustibles, plasmado en su programa de Gobierno y más adelante reafirmado en la Cumbre sobre la Madre Tierra en Tiquipaya, Cochabamba. Han transcurrido casi siete años y más del 90% de la soya cultivada es transgénica.
En 2009 fue aprobada la CPE, con cierta contradicción en su contenido en relación con los transgénicos; por un lado el artículo 409 menciona: “La producción, importación y comercialización de transgénicos será regulada por ley”; y por otro, el artículo 255 señala: “Seguridad y soberanía alimentaria para toda la población; prohibición de importación, producción y comercialización de organismos genéticamente modificados y elementos tóxicos que dañen la salud y el medio ambiente”.
El Art. 24 de la Ley Marco de la Madre Tierra No. 300, aprobada en 2012, menciona: “Desarrollar acciones de protección del patrimonio genético de la agrobiodiversidad, prohibiendo la introducción, producción, uso, liberación al medio y comercialización de semillas genéticamente modificadas en el territorio del Estado Plurinacional de Bolivia, de las que Bolivia es centro de origen o diversidad y de aquellas que atenten contra el patrimonio genético, la biodiversidad, la salud de los sistemas de vida y la salud humana”, y en el numeral 8, establece: “Desarrollar acciones que promuevan la eliminación gradual de organismos genéticamente modificados autorizados en el país a ser determinada en norma específica”.
Tras la promulgación de la Ley 300, el sector agroindustrial manifestó su rechazo por la prohibición de los transgénicos; lamentablemente, ante la protesta, el presidente Morales en declaraciones públicas reveló: “Es importante cuidar los derechos de la Madre Tierra, pero por encima de eso también es importante garantizar el alimento para el pueblo”.
Estas declaraciones fueron consideradas como una victoria por los agroindustriales, porque nuevamente se abre la posibilidad de ampliar la utilización de los transgénicos en otros cultivos como el maíz.
No podemos seguir contaminando los suelos con agrotóxicos y que crean dependencia de empresas multinacionales como Monsanto.
Ampliar la utilización de semillas transgénicas a otros cultivos de las que Bolivia es centro de origen o diversidad, como el maíz, papa, quinua, es de alto riesgo y amenaza principalmente a los pequeños productores por la pérdida de especies y variedades tradicionales, lo que conlleva el consecuente debilitamiento de la seguridad y soberanía alimentaria.
Se debería estimular la producción de soya convencional debido a que podría constituirse en una alternativa para atender la demanda del mercado nacional e internacional y se recibiría compensaciones económicas por la no utilización de la soya transgénica.
El autor es miembro de la Unidad de Acción Política de CIPCA.
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