El Día Histórico - 21 de diciembre de 1511
La fiesta que el inca Huaina Cápac celebró en Chuquiapu el 21 de diciembre de 1511, marca la “primera fecha histórica” conocida de la cronología nacional boliviana; pues si bien en los anales de América hay fechas históricas más remotas que ésta, ninguno de los sucesos que recuerdan ellos se realizaron en el territorio que constituye la República de Bolivia.
LOS INCAS CONOCÍAN
LOS EQUINOCCIOS Y SOLSTICIOS
Es sabido que los incas usaban un método especial para determinar los equinoccios y solsticios. Garcilazo de la Vega nos cuenta y Federico Villarreal nos explica que para verificar el equinoccio, los incas tenían columnas de piedra ricamente labradas, puestas en lugares que hoy llamaríamos observatorios astronómicos, y cuando sentían que el fenómeno solar se acercaba, tenían el cuidado de mirar cada día la sombra que la columna hacía…
Entonces adornaban la columna con flores y hierbas olorosas y ponían sobre ellas la silla del sol, y decían que aquel día se sentaba éste con toda la luz de lleno sobre aquellas columnas. Por lo cual en particular adoraban al sol en aquellos días con las más grandes ostentaciones y le hacían grandes presentes de metales y piedras preciosas y otros objetos valiosos.
HUAINA CÁPAC EN EL CHUQUIAGO
El duodécimo inca, Huaina Cápac, (joven poderoso), uno de los soberanos más notables del imperio peruano, siguiendo la costumbre de sus antepasados, visitó sus dominios desde Quito a Chile, y hallándose en 1511 en el pueblo aymara del Chuquiapu, llegó el día de celebrar la fiesta del Capac Raimi que, como sabemos, corresponde al solsticio de verano.
El inca dio entonces a sus ministros y vasallos la orden de efectuar todos los preparativos para celebrar la fiesta, con la misma pompa y solemnidad con que se hacía en la capital del imperio.
El culto del sol, extendido y afianzado por los incas, impuso un ceremonial único y general en todo el imperio, con ciertas festividades en las que todos los nobles estaban obligados a tomar parte, según los ritos establecidos…
Los historiadores de los incas describen la fiesta del Capac Raimi poco más o menos así:
El Inca acompañado de la nobleza, de los curacas y de los sacerdotes, luciendo todos las más ricas galas, se constituían en la plaza de “Cusipata” o de la Alegría. El pueblo lleno de recogimiento esperaba la salida del Sol y cuando éste con sus rayos doraba las cumbres de los cerros próximos, un ruido ensordecedor de tambores, de clarines y vítores lo saludaba y bendecía.
El inca con dos copas de oro, llenas de chicha, le ofrecía la libación, desparramando una de ellas en la gran pila sagrada donde se escurría el licor por un oculto caño, descendiendo hasta el Coricancha (la casa de oro) y la otra la ofrecía, después de sorber un trago, al Villac-Umu y a los sacerdotes, que llenándolas sucesivamente saboreaban el licor bendito.
CEREMONIA DE COLOCACIÓN
Mientras tanto el sol se había elevado ya y con la luz del pleno día comenzaban una nueva ceremonia. El Inca ocupaba un lugar alto rodeado de su corte y junto al gran Sacerdote; desde allí presenciaba la colocación frente a él, en un altar portátil, al Sol en el lugar más alto, a la luna, a Viracocha, a los luceros e ídolos, a quienes les ofrendaban las joyas más preciosas, sus vajillas y sus tesoros. “Tenemos muy cierto -dice Cieza de León- que ni en Jerusalén ni en Persia ni en Roma ni en ninguna parte del mundo, por ninguna república, ni rey de él, se juntaba en un lugar tanta riqueza de metales, de oro, plata y pedrería, como en esta fiesta”.
Luego se verificaba la degollación del guanaco blanco, el cual consumido por el fuego sagrado alimentado por palo de quinua, era ofrendado al sol, en medio de las danzas y libaciones de todos los circunstantes.
A continuación seguía la ofrenda de las vicuñas y alpacas jóvenes. Los nobles y sacerdotes se presentaban en la plaza conduciéndolas en hombros. Tomaban un macho negro, y sin cortarlo le extraían el corazón y los pulmones y palpitantes aún, los depositaban al pie del altar. Los demás sacerdotes y ministros seguían el ejemplo, terminando la ceremonia siempre con nuevas danzas, regocijos y comidas.
Por fin, al término de los nueve días, y durante los cuales se realizaban diversas ceremonias difíciles de detallar, cesaban las fiestas y las mujeres concluían la tarea que habían tenido de amasar bollos de maíz mezclado con la sangre de las ofrendas…
EL DIARIO, 21 de septiembre de 1927.
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