Según informaciones fidedignas que deberían ser motivo de alarma para el país y, sobre todo, para el Gobierno: hay en las cárceles de Bolivia 1.400 niños que viven junto a reos, conjuntamente sus madres, en condiciones sumamente precarias; prácticamente esa niñez está librada a su suerte y expuesta a innumerables peligros, dado el hecho de que los recintos carcelarios cuentan con reos de todo tipo.
Muchas veces hemos sostenido desde esta columna editorial la necesidad de tomar en cuenta a la niñez abandonada, a aquella que vive en condiciones extremas de pobreza y que inclusive tiene que trabajar para ayudar a la subsistencia diaria en sus hogares; hemos incidido en el caso de los niños que existen (difícil decir que viven conjuntamente sus padres). No se ha logrado reacción alguna de las autoridades, salvo confirmación de que hay niños que son parte del régimen carcelario.
Nuestro país vive en condiciones donde sería muy fácil construir nuevos recintos carcelarios conforme a técnicas modernas y que sirvan efectivamente para la rehabilitación de quienes hayan violado leyes y cumplan sentencias -si es que han logrado ese extremo que es difícil con nuestra administración de justicia-.
Hay que lamentar que los estrados judiciales tienen a miles de reos sólo en forma provisional “hasta que se instauren los juicios pertinentes y puedan tener la oportunidad de conseguir sentencias”; pero el caso no es ese, y lo más grave es que reos con sentencia y aquellos que no cuentan con fallo, viven hacinados y en compañía de sus esposas e hijos. Valdría la pena que alguna autoridad, del Gobierno o del Poder Judicial, responda si existe una ley que permita el encarcelamiento de niños y que las esposas de los reos puedan vivir compartiendo celdas estrechas, malolientes y que están muy lejos de contar con las condiciones mínimas de higiene y comodidad.
Es, pues, una vergüenza que parte de nuestra niñez viva en las cárceles y es más vergonzoso que se pregone la existencia de dinero a raudales, se gaste en adquisiciones lujosas, se piense en construir nuevos palacios, se adquiera pertrechos para los militares y no hayan los medios para construir cárceles modernas.
La vergüenza debería llegar a todos los integrantes de quienes tienen que ver con cárceles o panópticos y a quienes están encargados de administrar la justicia para evitar injusticias que lastiman a todos. Sin embargo, las ostentaciones que se hace nada colman y no llegan a conclusiones prácticas a favor de quienes, por diversas causas, han cometido faltas que los tienen en reclusión provisional, sin que tengan siquiera la esperanza de que los juicios terminen y puedan atenerse al tiempo de las sentencias. Hay casos en los que tan sólo por “reclusión hasta que el juez inicie las acciones de ley”, los acusados ya habrían cumplido superabundantemente cualquier tiempo que puedan fijar los códigos; sin embargo las esperas son interminables.
El Gobierno tiene un desafío al frente: prohibir la presencia de esposas y niños en las cárceles y emprender la construcción de nuevos recintos para quienes tienen condición de seres humanos y no de animales que se ven obligados por diversas circunstancias a vivir en condiciones lastimeras, conjuntamente sus familias.
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