[Raul Pino]

Educación y pedagogía


Hace más de dos mil años se definía la educación con conceptos hoy en plena vigencia. Así Platón pensaba que “una buena educación consiste en conferir al cuerpo y al alma toda la belleza y perfección de que sean capaces”.

Existen diferentes puntos de vista sobre la educación en nuestro tiempo actual y el más pertinente nos señala que debemos concebir un concepto cualitativo de la experiencia y se considera a la educación como un proceso cuyo fin es ilustrar a la humanidad. Como proceso es necesario deducir que está compuesto de periodos y etapas que decantaran irremisiblemente en el crecimiento intelectual, no sólo en cuanto a criterio de la educación, sino también en la madurez emocional y en la conciencia ética. Estos componentes nos conducen al hábito de la crítica, implicando este ejercicio periódico un análisis omnipresente de los métodos que se aplica y de las metas de la educación.

Si en las aulas universitarias se aplicara con denuedo las técnicas modernas de educación, como el estímulo intelectual, se lograría el progreso efectivo de los educandos. La educación, por lo expuesto, limitado por cierto debido a la vastedad del tema, obliga a la observación detenida de la diferencia entre educación y adoctrinamiento, caracterizando para este último concepto a mentes cerradas y posiciones preconcebidas. Por el contrario, la educación preconiza mentes abiertas y exentas de dogmatismos.

El adoctrinamiento apunta a los prejuicios y a las emociones, mientras que la educación asienta su fundamento en nuestra capacidad racional; ésta es completa, objetiva y tolerante, aquélla parcial, subjetiva e impregnada de dogmatismos.

Para dar un panorama esclarecedor al lector, las conclusiones de la educación están siempre sujetas a la verificación científica, por lo tanto son provisionales y las del adoctrinamiento decantan en la rigidez y hasta en la coacción que implica el uso de la fuerza.

Una cátedra no puede ser la misma en un semestre o un año lectivo, como en los próximos, porque debe presentar la asignatura académica como los cambios y procedimientos de la vida, y porque nace en la matriz de la actividad práctica ligada íntimamente a la disciplina del pensamiento y, por lógica natural, a la pasión por la actividad creadora, considerando muy seriamente la pasión, que para que sea efectiva se la debe sentir, identificar y dominar.

Si el catedrático crea en su aula, cumple abundantemente las expectativas de los estudiantes, pues crear es la causa de que algo sea lo que fuere, pase del no ser al ser.

Las metas de la educación tratadas genéricamente sólo se las puede resumir en principales y con carácter provisional: se destaca la reflexión, que es la conciencia de los recursos de la mente que busca transformar una situación indeterminada en determinada o cierta; la apreciación de la cultura debiera ser el objetivo de todo ser humano, pues no estaremos educados sin el disfrute de las artes y humanidades. Conocer las obras de arte del pasado ilumina nuestra apreciación del presente.

El desarrollo de la creatividad debe ser estimulado día a día, por la inequívoca tendencia a copiar del pasado, sino véase cómo se copia literalmente escritos jurídicos, monografías, trabajos prácticos y otros en las diferentes facultades. No se debe caer en el tedio del proceso educativo que acaba aniquilando el impulso creador y la individualidad del estudiante. El mejor remedio eficaz en cada clase, además de la formación en Docencia en Educación Superior, tiene que ver con discernimiento, concentración y dedicación. El discernimiento, prácticamente expresado, significa algo semejante al sentido común, a la razón; la concentración hace que reunamos lo separado o disperso, contribuyendo a la unidad de la educación y, finalmente, la dedicación es consagrarse a algún fin, en este caso a la sublime educación.

El autor es Catedrático, Abogado Corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación.

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