Como cada año en la época navideña, cientos de niños se instalaron en las principales carreteras del altiplano boliviano con la intención de solicitar algún regalo o la colaboración de los turistas o visitantes que pasan por sus regiones en algún vehículo público o privado.
Sin importar las inclemencias del tiempo o el riesgo por la velocidad alta que imprimen muchas movilidades, ellos permanecen varios días en el sector.
Luis tiene 11 años de edad y se levanta muy temprano para poder ser visto por la mayor cantidad de automóviles e ingiere velozmente los alimentos que su abuela le preparó, pues debe pasar largas horas fuera de casa. En el camino se reúne con otros amigos, probablemente con quienes va a la escuela, y en grupo se dirigen a la carretera La Paz–Copacabana. Allí se instalan a la orilla del camino asfaltado y entre juegos, sin darse cuenta, ponen en evidencia la sensibilidad de los visitantes.
“Vinimos aquí desde el jueves, porque muchas personas se dirigen al lago (Titicaca) para pasar estas fiestas y nos traen regalos“, comentó el niño.
Sin embargo, ellos no sólo esperan que los visitantes les regalen un vaso de chocolate o un juguete sencillo, sino que están atentos a todos los vehículos que transitan por el lugar, los miran fijamente desde lejos y cuando están cerca extienden la mano como lo hacen habitualmente los mendigos en las grandes ciudades.
“Nosotros hacemos eso para que los pasajeros de las flotas se den cuenta que estamos esperando que nos den un regalo, sino pensarían que sólo estamos caminando por este lugar”, agregó el menor.
Sus ojos brillan de emoción instantáneamente, cuando metros más allá observan que un carro hace una parada, se para de prisa y corre hacia él y de la misma manera se desvanece el resplandor cuando se dan cuenta de que solamente se trató de un pasajero que llegó a su destino.
Es así como pasan largas horas de los días navideños, se convierte en una rutina para ellos, sin embargo, entre la espera aprovechan la ausencia de sus progenitores para jugar, reír y en algunos casos pelear como lo hacen normalmente los niños.
“Bonito es, pero el problema es cuando llueve, porque por aquí no hay sectores donde podamos cubrirnos del agua ni del viento”, comenta Luis.
Para estas contrariedades muchos de ellos optan por portar un pedazo de nilón y con ello ponen también a prueba su ingenio y creatividad para edificar un buen refugio.
En algunos casos, los niños están acompañados de un adulto, por lo general la mamá o la abuela, pero ella se convierte en una simple espectadora de la situación guarda distancia y se acerca sólo cuando mira si alguien decide cumplir el anhelo de los menores.
Existen muchas instituciones que concurren al lugar con la firme intención de obsequiarles un momento de alegría, también algunas familias eligen esta fecha y lugar para colaborar pero es una tarea prácticamente imposible llegar a todos los niños que se instalan en este sector, porque en la mayoría de las carreteras del altiplano de Bolivia se divisa este panorama.
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