• Los jóvenes buscan ganarse algunos centavos en restaurantes y pensiones de toda la ciudad.
Al ritmo de un charango o una guitarra y muchas veces acompañados con un bombo, cientos de artistas callejeros recorren las pensiones y restaurantes para deleitar a los comensales con diferentes canciones a cambio de algunas monedas.
Cuando de artistas callejeros se trata, existe una diversidad muy amplia, pero entre ellas predominan aquellos conformados con dos o tres integrantes que tocan mínimo cuatro instrumentos.
Este es el caso de Francisco y Jorge, ambos de 19 años, quienes recorren varias pensiones, restaurantes y snacks para ofrecer a los ciudadanos que consumen alimentos en ellas un pequeño repertorio musical.
“Sólo trabajamos en determinadas horas, usualmente de 12:00 a 14:30, en ese lapso visitamos como 15 lugares contagiando a los clientes de nuestra música”, aseguró Francisco Tapia, artista callejero.
Mientras uno tiene la zampoña colgada de su cuello, lista para ser interpretada, toca también el charango, además de rato en rato canta los coros de alguna de sus morenadas, cuecas u otra canción.
El otro personaje es encargado del bombo, las castañas y canta la mayor parte de las canciones elegidas.
Ellos tienen más de 30 canciones en su repertorio diario, para ello tienen que ensayar largas horas a la semana.
“Siempre hay temas nuevos que aprender pero es necesario practicar porque cuando uno se equivoca los clientes no dan buenas propinas, incluso algunas veces nos abuchean y silban, es vergonzoso, tenemos que salirnos calladitos”, comentó Jorge Callisaya, también intérprete callejero.
Como sus manos se mantienen ocupadas en con los instrumentos ellos colgaron una pequeña bolsa en un extremo del bombo para que los ciudadanos que deseen depositen en él unas monedas para los músicos.
“Algunos nos dan propina, otros no pero personalmente me incomoda un poco cuando en vez de monedas nos ponen en la bolsa un pedazo de pan que no comieron en el almuerzo, no sé cómo reaccionar pienso que con lo que hacemos no pedimos limosna, estamos intercambiando nuestro talento por dinero pero no por sobras”, agregó Francisco.
Agregado a ello, los artistas tienen que tolerar algunos dueños de los restaurantes donde cantan porque los echan de mala manera.
“Siempre nos encontramos con personas que no quieren que entremos a cantar, cuando empezamos a tocar nos detienen poniendo sus manos en los instrumentos, hubo casos en los que nos sacaron del lugar a empujones, pero no podemos hacer nada porque ellos son los dueños, así que nos retiramos sin oponer resistencia, ojalá que cuando no quieran nuestra música nos digan hablando, tampoco nos quedaremos a la fuerza”, contó Jorge.
Ellos encontraron en la música un sustento económico, mismo que les permite desarrollar otras actividades.
“Yo tengo mi hijito de dos años y tengo que llevar el dinero para sus pañales y su leche, Jorge está estudiando derecho en la UPEA, no ganamos muy bien pero por lo menos nos alcanza para vivir hasta que encontremos un trabajo estable”, indicó Francisco, a tiempo de remarcar que es preferible a que se dediquen a delinquir.
Por su parte, los clientes aseguran que es agradable almorzar escuchándolos cantar.
“Me parece que está bien que vengan además la mayoría lo hace muy bien, y cantan canciones antiguas que nos traen recuerdos, es bonito almorzar escuchando esa clase de música”, comentó Anny Ordoñes, vecina de Ciudad Satélite.
Asimismo los dueños de los restaurantes afirman que mientras no interfieran la circulación en sus negocios pueden realizar su expresión artística.
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