La humanidad, con el correr de los siglos, ha comprobado que los complejos, el odio y la soberbia son males que acarrean muchas desgracias y las desavenencias habidas se agrandan y no dejan paso a la práctica de virtudes ni menos a los sentimientos de fe, amor, esperanza y caridad.
Hoy vivimos un tiempo en que es preciso abandonar todo lo que nos ha lastimado y dividido; un tiempo en que poco o nada se ha hecho por unir a la familia boliviana; tiempo en que la división, el racismo, los odios y los complejos han creado situaciones de discriminación y formado conciencias ajenas a valores y principios; tiempo en que la corrupción se apoderó de algunas personas del entorno gubernamental y le hicieron gran daño al país; tiempo en que postergamos cambios en pro de la salud y la educación; tiempo en que los prejuicios determinaron pérdida de la fe en Dios y un abrazar de doctrinas ajenas a los valores morales y espirituales de los bolivianos; en fin, tiempos en que las rivalidades y los antagonismos se han apoderado de los buenos sentimientos.
Somos un país grande y rico en posibilidades; tenemos conciencia de nuestros propios valores y capacidades; sin embargo, los odios y divisiones que inculcan corrientes políticas extrañas que ya claudicaron en el mundo, tratan de imponernos situaciones ajenas a nuestro sentir y esperanzas. Si bien se ha tomado medidas en contra de la producción y tráfico de cocaína, se ha permitido que parte de nuestro país sea territorio para quienes buscan implantar un emporio de las drogas, el veneno que es amenaza para cobrar más víctimas que todas las guerras habidas en la historia del mundo.
Creemos en nuestra Constitución (pese a sus falencias), en el orden legal constituido y las urgencias de cambio en los comportamientos, pero quienes deben proceder a cambiar su forma de ser y de concebir a la Patria que es de todos los bolivianos, obran muchas veces como si fuesen amos y dueños de esta nación.
Quienes se oponen al régimen tampoco dan respiro y hacen gala de soberbia y petulancia, egolatría y hasta nomeimportismo frente a los problemas, cuando son los que, desde cualquier sitial, deben aportar soluciones y remedios a situaciones álgidas por las que atraviesa el país; pero, como los intereses creados y el culto a la personalidad pueden más, buscamos más división y olvidamos que las corrientes políticas se forman para servir y amar a los pueblos.
Es tiempo de entender que lo malo hecho debe rectificarse y lo bien que se haya hecho debe mejorarse; pero teniendo presente que Bolivia no es medio para servirse sino un patrimonio digno de ser servido y amado. Un tiempo que espera se haga gestión, se practiquen valores, se invierta, se garanticen las inversiones y la producción, se actúe con honestidad y responsabilidad desterrando la corrupción, la discriminación, los odios y los complejos, entendiendo que servir es sinónimo de amar e infundir esperanzas a un pueblo sumido en la pobreza.
Es tiempo favorable para abandonar posiciones contrarias al bien común porque la demagogia, el populismo, el gasto dispendioso de los dineros del país, la irresponsabilidad funcionaria y el cierre de las compuertas de la producción y creación de empleo no pueden ser permanentes.
Es tiempo de un actuar honesto, profesional, ético y responsable de los tribunales de justicia partiendo del principio de que la justicia es hermosa cuando la acompaña la caridad y es caridad en la práctica de alta moralidad, idoneidad y responsabilidad que nuestros jueces y fiscales tienen que practicar; de otro modo, la corrupción, la incapacidad y los intereses sectarios continuarán prostituyendo la administración de justicia.
Es tiempo, finalmente, para que el Poder Legislativo actúe conforme a la Constitución y las leyes con un comportamiento de alta eficiencia, honestidad y responsabilidad de sus integrantes, como son senadores y diputados que han sido elegidos por el pueblo para servir y no para servirse del país. Que su trabajo se sustente en la eficiencia y los intereses de la nación habida cuenta que ocupan sitiales de honor (no curules) alejados de intereses sectarios y con la mira en el bien común.
Es tiempo, pues, en que el mismo comportamiento digno y responsable de las autoridades determine acciones y conductas semejantes del pueblo que, en todos los casos, sabe aquilatar e imitar las buenas acciones y la práctica del amor en aras de que reinen en el país las libertades, la justicia y la conciencia que es portavoz de virtudes que nacen del mismo corazón.
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