Segunda parte
Firmado el Tratado de Paz de Ancón de 20 de octubre de 1883 por parte del Perú y el de Tregua de Bolivia de 4 de abril de 1884, poniendo fin a las hostilidades, el Gobierno de Bolivia siguió persiguiendo la entrega de Tacna y Arica por Chile o por el Perú, según cuál adquiriese su propiedad. El 18 de mayo de 1895 se firmaron tres Tratados en Santiago: De Paz y Amistad, de Transferencia de Territorios y de Comercio. El más importante se refería a la cesión de Tacna y Arica si Chile los obtuviese en el plebiscito contemplado en el Tratado de Ancón. En caso contrario se comprometía a ceder la caleta Vitor u otra análoga. Estos compromisos y los protocolos complementarios que eran aun más claros a exigencia de Bolivia, no se ejecutaron nunca, inclusive cuando salomónicamente Arica quedó en poder de Santiago y Tacna de Perú.
La diplomacia del Mapocho había alentado los Tratados de 1895 por recelos de un presunto acercamiento de Argentina a Bolivia y por encontrarse pendientes algunos conflictos limítrofes chileno-argentinos. Resueltos éstos, Chile descubrió su verdadero rostro y archivó la “política boliviana” de Domingo Santa María pese a los Tratados de 1895 y se enfrascó en la tesis de Balmaceda, de sojuzgmiento económico de Bolivia, plan que en cierto modo continúa para escarnio de la decantada hermandad latinoamericana.
La Nación Trasandina mantiene bajo su poder Arica, territorio que no atesora recursos expectantes como los ambicionados de Atacama y Tarapacá, fuente nutricia de su economía por decenios y al cabo de más de un siglo todavía la sustentan los ricos depósitos de cobre de Chuquicamata y otros mineros que pertenecieron a Bolivia. Se suponía que Santiago habiendo satisfecho su determinación utilitaria, cumpliría su compromiso entregando Arica a La Paz como “puerta” de acceso al mar “sin pedir venia”.
Desconcierta hasta lo increíble que no obstante el tiempo y las visiones renovadoras de los siglos XX y XXI, los sucesivos mandatarios de la Moneda carezcan de la sensibilidad que en plena Guerra del Pacífico golpeaba las conciencias de Domingo Santa María y otros políticos chilenos, para enmendar aunque fuera en mínima medida la necesidad vital de todo un pueblo.
Fuente.- Guano, salitre, sangre: Roberto Querejazu Calvo, Ed. GUM, La Paz.
Historia diplomática de Bolivia: Jorge Escobari Cusicanqui, Tomo I, 5ta. Edición, La Paz.
El autor es abogado y escritor.
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