Nos acercamos al momento de la renovación del tiempo para entrar en un nuevo año, pues en la mente de las personas es necesario estrenar un nuevo período de vida con el tiempo “remozado”, esta es una manera de encarar la existencia con esperanzas nuevas, con nuevos propósitos, con el deseo de alcanzar nuevas y mejores metas que las conseguidas anteriormente. Pero, ¿qué es el tiempo? ¿Puede haber” tiempo nuevo”? Menuda pregunta aún no resuelta ni por la filosofía ni por la ciencia positiva, aunque hubo algunos que se han roto la cabeza al tratar de responder a tamaña interrogante.
Einstein nos dice que el tiempo aislado no existe, sino que forma una unidad con el espacio, y que estamos inmersos en el espacio-tiempo; por lo tanto es el resultado del avance, del desarrollo de alguien, o de algo, en el espacio-tiempo. El desarrollo de la existencia es un llamado a ir adelante, hacia el futuro, y no existe la posibilidad de un retorno al pasado. Vivir es avanzar construyéndonos como personas, actuando, y al hacerlo, revisamos nuestro pasado, nuestra historia personal o colectiva, para recoger la experiencia que allí han dejado viejas acciones, muchas veces dolorosas, y las evitamos, porque queremos hacer lo mejor para vivir más humanamente.
El tiempo es una realidad intangible que se nos mete en la existencia como el agua se introduce en la tela y la moja, dándole una nueva fisonomía al cambiarla de peso y de contextura. De la misma manera, el tiempo, metido en el espacio de mi cuerpo, forma mi espacio- tiempo existencial, se acomoda a mi realidad somática, psíquica, espiritual, como una zapato que calza bien, y sirve para desplazarme en el camino de mi realización personal; de ahí que mire al nuevo período de tiempo como algo nuevo, que debo estrenar con mis acciones bien pensadas para lograr el objetivo fundamental de toda vida: el desarrollo armónico de la persona.
La ceremonia de la Isla del Sol, en la que se ha recibido al nuevo tiempo, anunciando una serie de renovaciones en el mundo, como el fin del capitalismo, la transformación de las NNUU, etc. es un llamado para todos, especialmente a quienes se resisten a aceptar el hecho del mestizaje; es un llamado a que abramos la mente y, sobre todo el corazón, la voluntad y cambiemos de veras, no de palabra, por pose o demagogia.
Cambio es la transformación interior, la nueva visión de la vida con valores lo más positivos posible; es querer mirar lo que está ahí, pese a nuestros deseos de que no esté, pero está. El nuevo tiempo invocado es un llamado a la justicia, al equilibrio de los derechos con los deberes que todos tenemos, a la libre administración del derecho, con abogados, jueces y fiscales que actúen jurídica, y sobre todo, éticamente, sin sujeción alguna más que a la ley, porque ella es la única servidumbre que no mancha, como alguien dijo, es decir, servidumbre ética, consciente, camino de desarrollo personal, sin problemas de conciencia, y con la seguridad de que somos verdaderamente libres, sin dependencias odiosas, por interés o por miedo.
El nuevo tiempo es un llamado a escuchar verdaderamente los pedidos de los pueblos, y no pretender oírlos escuchando nuestras propias voces, suplantando el pedido a mi deseo y pregonando que eso es lo han pedido ellos. Es el llamado a reconocer los errores que cometemos y no escudarnos en otros, achacándolos a “mandos medios”, porque los dirigentes están blindados a la corrupción, lo cual no es cierto, puesto que son tan humanos y falibles como yo o cualquier ser humano. Es abrir el corazón y sacar los rencores que allí se han acumulado y poner amor en lugar de odio, es permitir que todos piensen y decidan por sí mismos, sin falsos paternalismos. En fin, es el llamado profundo al hombre de hoy.
Al filo del año, ¡felicidades a todos, sin exclusión alguna. ¡Dios los bendiga!
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