EFE- Alemania se prepara para reencontrarse con Richard Wagner, el más venerado y polémico entre sus genios, de cuyo nacimiento se cumplirán 200 años en 2013, lo que derivará en un año wagneriano al cien por cien.
Leipzig, la ciudad donde nació el 22 de mayo de 1813; Dresde, donde estrenó algunas de sus óperas, y sobre todo Bayreuth, la localidad bávara cuyo festival sigue consagrado en exclusiva a Wagner, serán tres de los ejes del Año Wagner en Alemania.
En la ciudad natal del compositor se escenificarán algunas obras tempranas de Wagner, entre ellas “Das Liebesverbot” y “Renzi”. En la Semperoper de Dresde se estrenará una nueva producción de “El Holandés Errante”. Y Bayreuth albergará el concierto conmemorativo del bicentenario, dirigido por Christian Thielemann, el 22 de mayo.
A esa gran cita en la ciudad bávara seguirá el acontecimiento más esperado por el colectivo de wagnerianos de todo el mundo: el estreno de un nuevo “Anillo del Nibelungo”, el 26 de julio, en la apertura de temporada del elitista festival operístico.
Si, de por sí, toda première en Bayreuth genera peregrinaciones de fanáticos de Wagner a la Verde Colina donde el compositor ordenó construir un teatro para sus óperas, la de esta temporada añade el factor histórico, con una producción firmada por el provocador Frank Castorf y con Kirill Petrnko en la batuta.
A ese escenario se espera que acuda, como todos los años, la canciller Angela Merkel, encabezando la lista de incondicionales del ámbito político o la farándula, por encima de afiliación política y procedencia.
La tetralogía de Wagner no se limitará al tradicionalista Bayreuth, por mucho que ahí se viva la quintaesencia del culto al compositor. También habrá espacio estelar para el “Anillo” en Berlín, dirigido por el argentino-israelí Daniel Barenboim, y con una legión de solistas adscritos al universo wagneriano, como René Pape y Waltraud Meier.
Barenboim dirigirá a Wagner desde el domicilio provisional de su Staatsoper unter den Linden de Berlín, el Schillertheater, donde está instalado su equipo mientras prosiguen las obras el edificio titular de la capital alemana. En la escenificación del “Nibelungo” berlinés confluirán varios elementos que convierten asimismo la cita en imprescindible.
En primer lugar, la dirección de Barenboim, apasionado de Wagner y uno de los pocos, en tanto que judío, a los que se concede cierta licencia para interpretar a un compositor identificado con el antisemitismo en Israel, aunque sea entre protestas.
Ahí estará también la mezzosoprano Meier, antigua heroína de Bayreuth y proscrita de la Verde Colina desde que se enfadó con quien durante medio siglo fue su director, Wolfgang Wagner. El nieto del compositor y legendario patriarca de Bayreuth falleció en 2010, tras dejar la dirección colegiada a sus dos hijas, Katharina y Eva Wagner-Pasquier.
A ambas ha correspondido la tarea de “estudiar” con cierto rigor científico la vinculación con el nazismo de un festival que la nuera de Richard Wagner, Winifred, puso a los pies de Adolf Hitler. El bicentenario del compositor dará ocasión para refrescar la memoria sobre este capítulo de Bayreuth, un tema recurrente en los entreactos, que más allá de lo políticamente correcto forma parte también del morbo del festival.
Ya en la órbita de lo presente, queda por resolver la incógnita de hasta qué punto el viejo teatro ha logrado ponerse al día. Medios bávaros advertían recientemente que el edificio amenaza ruina y que parte de la fachada corría riesgo de resquebrajamiento.
La dirección del festival sigue buscando financiación para una remodelación completa del edificio, lo que se estima costará 48 millones de euros (70 millones de dólares). Richard Wagner colocó la piedra fundacional de su teatro, considerado por el compositor ideal para sus óperas, en 1872 e inauguró el primer festival en 1876.
Entonces, la ciudad donó el gran solar, sobre la denominada Verde Colina, a lo que siguió la generosa financiación del rey Luis II de Baviera, el gran mecenas y admirador de Wagner. Desde entonces, el edificio ha vivido varias reformas en el escenario o la fachada, así como en el patio de butacas. Los sucesores de Wagner, incluidas Eva y Katharina, han mantenido el esquema fundacional de abrir el teatro solo para la temporada estival y representar exclusivamente las óperas wagnerianas.
Ahora se encuentran en el dilema de decidir si amplían ese esquema o si mantienen esa fórmula, para lo que precisan un nuevo “rey loco” dispuesto a financiar la fidelidad en exclusiva al genio.
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