Muchas veces, la mayoría del pueblo se ha expresado en pro de evitar gastos dispendiosos o inversiones en lo prescindible y hasta inútil; se ha sostenido, hasta el cansancio, que las exigencias de la pobreza obligan a dar atención prioritaria a lo más importante; sin embargo, el Gobierno insiste en gastar mucho, prevalido de contar con reservas logradas mediante precios internacionales del gas y en ningún momento debido a que hayamos producido más o generado riquezas.
Persistir o insistir en la construcción de dos palacios -para el Ejecutivo y para el Legislativo- es totalmente contraproducente porque los inmuebles existentes albergan perfectamente a sus ocupantes ocasionales. La verdad es que la burocracia, tanto la que acompaña al Presidente del Estado como la que conforma el Legislativo, es excesiva porque, así parece, se tuvo que dar cabida a tanta demanda de empleo de militantes del partido de gobierno; sin embargo ni ello mismo se justifica para gastos ampulosos de dinero que el país no tiene y, en muchos casos, sacrifica la realización de obras por atender caprichos y ansias de figuración, tan sólo porque se cree que es preciso cumplir los deseos del poder instalado.
Somos país pobre y dependiente; nuestro subdesarrollo - debido a la excesiva pobreza- llega a los peores extremos; no contamos con carreteras ni caminos que satisfagan las urgencias de nuestras extensas regiones; no atendemos las urgencias de pueblos y villorios que precisan del apoyo gubernamental; no construimos ni hospitales ni clínicas ni centros de atención urgente a nuestra población que está enferma.
Poco, muy poco se hace por conservar y hasta reconstruir locales escolares que se caen de puro añejos y descuido en las labores de mantenimiento; muchos de los edificios destinados a la atención de niños y jóvenes en escuelas y colegios tienen aulas estrechas, sin muebles aptos y los mingitorios están sucios y abandonados, destruidos en muchos casos, con ventanas y puertas en desuso y sin vidrios; falta material escolar y los profesores tienen que improvisar la provisión de lo que requiera la enseñanza.
Si la Presidencia y la Vicepresidencia no cuentan con los espacios necesarios para los poderes que presiden constitucionalmente, lo correcto es que habiliten debidamente parte de sus dependencias o utilicen locales adjuntos que tienen alquilados (caso de las cámaras de senadores y diputados); pero construir nuevos palacios con costos millonarios, parece la mayor insensatez e imprudencia en que se pueda incurrir. Por otro lado, ambos mandatarios -a los que siguen muchos legisladores- casi siempre están de viaje, fuera del país y, que se sepa, poco o nada ocupan sus despachos para atender los asuntos del Estado.
Será preciso que se recapacite sobre los planes formulados y, en sustitución, se debería construir obras de infraestructura que el país requiere con mucha urgencia y, en algunos casos, que puedan aliviar la situación de extrema pobreza, abandono y desidia, como se observa en cárceles, hospitales y centros educativos. No actuar conforme a las urgencias del país, resulta, en las actuales circunstancias, no sólo contraproducente, sino contrario a todo principio de humanidad.
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