Ya no sabemos qué vamos a hacer con este gobierno del Estado Plurinacional que cada día nos da sorpresas nuevas, inesperadas, casi siempre con intenciones inconfesables - no dan puntada sin hilo -, pero que se aprueban sobre la marcha en el Consejo de Ministros, en la Asamblea, o en las gobernaciones que ganaron o birlaron. Todos bailan al ritmo que toca S.E. desde el Palacio, y marcan el mismo paso porque una equivocación les significa ser borrados del mapa, aunque todavía no fusilados como durante el estalinismo ruso.
Diariamente vemos una sucesión de acontecimientos tales que la gente no puede aburrirse leyendo la prensa, oyendo la radio o mirando la televisión, si no fuera por las cosas funestas que nos suceden a los bolivianos. Exceptuando los innegables índices de crecimiento y de reservas internacionales – producto del precio de las materias primas, lo sabemos – las noticias van carcomiendo la confianza de la gente, porque están centradas en dos aspectos fundamentales: la corrupción oficial y la ineficiencia administrativa.
Ya no vamos a hablar sobre los titiriteros que han hecho danzar a una docena de abogados, fiscales y jueces por los terribles temas de chantaje y extorsión, porque eso ya está muy manido y finalmente se le va a echar tierra como a todo lo que puede perjudicar a la “nueva” Bolivia, que debe mostrar una faz inmaculada. Si el gran logro del Gobierno es, dizque, la lucha contra la corrupción, ya podemos imaginar lo que son los otros “éxitos”.
Además, sería mucha dosis hacer un recuento de las chambonadas gubernamentales en todos los campos porque son infinitas. Con sólo echarle una mirada rápida al frente exterior, tendríamos para escribir volúmenes enteros. A tal extremo llega la ineficiencia que hasta S.E., sin saber nada de la administración del Estado, parece haberse cabreado con algunos de sus ministros. Se dice que se desharía de alguno o de algunos en el nuevo Día Patrio, el 22 de enero, pero sabemos que si S.E. se acostumbra a algo es muy difícil convencerlo de que cambie de hábito.
A propósito de las marionetas que danzan al son de la música palaciega, la prensa nos ha informado – ¡qué haríamos sin la información periodística! – que el empeño existente en la Asamblea Plurinacional para archivar la Ley 1008 es muy firme y está en sus últimos ajustes. El viceministro de Coca y Desarrollo Alternativo ha manifestado que se está trabajando una nueva norma con las federaciones de cocaleros – aquellas que lidera S.E. – y que existen alrededor de 12 anteproyectos de ley “presentados por productores, legisladores y organizaciones de hoja de coca al detalle…”.
Como no podría ser de otro modo, todos los anteproyectos tienen un denominador común: proponen la ampliación de 12 mil a 20 mil las hectáreas de cocales. Quieren sembrar 8 mil hectáreas más de las permitidas por la 1008. Y eso que el Gobierno se ha declarado un campeón de la lucha contra el narcotráfico. Se habla de más de 10 mil hectáreas de coca erradicada en lo que va del 2012, pero se ignora cuánto más se ha sembrado en el mismo año. ¿Para qué quieren tanta coca? ¿Siguen con el embuste de que se destinará los excedentes del acullico para hacer tortas de coca, refrescos de coca, panes, helados, sopas, jabones, leche de coca? ¿Y la cocaína? ¿Nada de pichicata?
La ley va a ser aprobada ruidosamente y luego se entonará el Himno Nacional. De eso no cabe duda. Ya lo hemos dicho que cada vez que se produce alguna barbaridad en la Asamblea se entona el Himno Nacional, con lágrimas en los ojos por la emoción. Según la agencia de noticias Erbol, el ex ejecutivo del Consejo de Federaciones Campesinas de Yungas de La Paz, Félix Barra, los cultivos se van a expandir a 20 mil hectáreas con la nueva norma, “pero advirtió de que habrán sanciones drásticas para todo aquel cocalero que destine su producción a la fabricación de pasta base de cocaína”. Para muestra de cinismo, un botón. Salvo que Erbol se haya equivocado.
Lucha contra la cocaína fue la que entabló con la ley en la mano el general Hugo Banzer durante su gobierno constitucional. Allá, por el año 2001, cuando el Chapare bullía porque los cocaleros emboscaban y asesinaban a los soldados erradicadores de las plantaciones cuando no bloqueaban los caminos produciendo caos nacional y pérdidas económicas inmensas. Entonces sí se llegó al punto de acabar con la coca excedentaria porque la coca chapareña, la que va al narcotráfico porque no sirve para el acullico, había quedado por debajo del millar de hectáreas. Después, poco a poco, volvió a poblarse de cocales toda la región y a partir del 2006 hubo piedra libre para todos.
Ahora no queda sino esperar que empiece la música palaciega y que dancen las marionetas porque es seguro que durante el año que comienza se derogará la Ley 1008 y la bonanza de los cocaleros continuará su formidable ascenso, tanto como el descrédito del país.
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