Alfonso Crespo Rodas
IV
Suscrito por los delegados de Holanda (relator), de Italia y de Costa Rica, el informe fue expedido a los pocos días: “...Tal como ha sido presentada, la demanda de Bolivia es inadmisible porque la asamblea de la Liga de las Naciones no puede modificar por sí misma ningún pacto y porque la revisión de los tratados es de la sola competencia de los Estados contratantes…”.
En buen romance, la demanda era rechazada…
Demetrio Canelas insistía en que una actitud más intransigente y la amenaza de retiro de la Sociedad podrían asegurar su aceptación. Carlos Víctor Aramayo disentía y abogaba por una gestión más dúctil, “convencido de que esa misma tan traída y llevada dignidad nacional exigía, precisamente, un proceder sereno que evitara las resonancias del fracaso que la precipitada presentación de una nueva demanda nos hubiera acarreado más que probablemente”…
El 28 de septiembre envió una nota al presidente Karne-beek:... “Considerando que las conclusiones de la Comisión no se aplican en efecto sino a la forma bajo la cual la demanda fue presentada y no tocan en forma alguna el fondo mismo..., la delegación de Bolivia declara que acepta lealmente las conclusiones de la Comisión y que no insiste en la inscripción en el orden del día de la asamblea de su demanda de 1 de septiembre, tal como ha sido presentada. Al mismo tiempo declara, muy formalmente, que su gobierno se reserva el derecho de someter nuevamente su demanda a la Sociedad de las Naciones de acuerdo con los principios y la forma establecida en el Pacto, en el momento que juzgará oportuno”.
Esta comunicación fue desaprobada rotundamente por la Cancillería, que espetó el siguiente cable a Aramayo: “Por informaciones de prensa sabe gobierno que usted ha pasado comunicación presidente Liga acatando fallo juristas. Las instrucciones que se le han impartido no han sido ésas. No debió usted emplear la frase “acatamiento de fallo”, que no existe… Rectifique ante presidente liga que Bolivia no acata decisión”. Era una desautorización absoluta, que descorazonó a Aramayo y lo puso en situación álgida
Un segundo mensaje, parcialmente indescifrable, instruía que se anunciara al presidente de la asamblea la presentación de una nueva demanda. Faltaban pocos días para la clausura de la reunión y, fresco aún el dictamen de la comisión de juristas, no se disponía ni siquiera de tiempo suficiente para redactar un documento adecuado. El fracaso era previsible….
Con la asesoría de un jurisconsulto francés se procedió a redactar la nueva demanda, fundamentándola en: primero, la inejecución por parte de Chile de ciertos compromisos esenciales asumidos en el tratado de 1904, y que debían atenuar la severidad de la cesión territorial hecha por Bolivia; segundo, la constante amenaza de una nueva agresión, cuya prueba reciente era la movilización chilena contra las fronteras de Bolivia, en julio de 1920; tercero, el amurallamiento geográfico de Bolivia, privada, como consecuencia del tratado, de todo acceso directo al mar, situación que sustituyendo bruscamente a la posesión por Bolivia de cuatro puertos sobre el Pacífico creaba un malestar susceptible de provocar graves complicaciones.
Nada original se había añadido al texto de la primitiva demanda efectuada en 1920 y la argumentación boliviana continuaba siendo poco convincente, pese a la justicia de su causa.
A último momento, la Cancillería rectificó sus pasos, asintiendo, con típica ambigüedad, a que no se presentase la demanda. El 12 de octubre, el presidente Saavedra envió el siguiente mensaje a Aramayo y Canelas: “Gobierno después de imponerse de antecedentes producidos acuerda aprobar conducta y procedimiento delegación boliviana en Ginebra, tributando ambos delegados votos gratitud y elogio autorizándoles proceder presentación nueva demanda sociedad naciones conforme conveniencias y de acuerdo con otros delegados”.
Esta vez, tanto Aramayo como Canelas, recibieron con alivio las nuevas instrucciones.
Aplazada “sine die” la presentación de la demanda y concluidas las labores de la segunda asamblea (1921), Aramayo renunció a su cargo. Salió enriquecido de enseñanzas: la apatía de las grandes potencias respecto a los problemas de los países pequeños; la ineficacia de las organizaciones internacionales para garantizar la seguridad colectiva y preservar la paz; el egoísmo y a veces la perfidia que preside las relaciones entre los Estados. En el orden interno: la ligereza con que en Bolivia se manejan graves asuntos públicos, incluidos los de índole internacional; la primacía de factores políticos, ambición o simple vanidad personal sobre el interés colectivo; el providencialismo o, alternativamente, el provincianismo de sus hombres públicos...
Nunca se produjo una tercera demanda a Ginebra.
Sin embargo, hubo un desenlace. Esperanzado el gobierno en el ofrecimiento de Agustín Edwards en Ginebra, de negociar un acuerdo directo, acreditó en Santiago a un representante, Macario Pinilla.
El presidente Arturo Alessandri acogió a Pinilla con estas palabras: “Yo no soy diplomático, pero como jefe de esta nación y por costumbre tengo el deber de hablar claro. Su país nos ha dado algunas muestras inamistosas, llevando nuestras cuestiones al tribunal de Ginebra para demandarnos la revisión del tratado de 1904. En este camino yo, como gobierno, y todo Chile, no estamos dispuestos a aceptar ninguna discusión, bajo la intervención de autoridades extrañas porque para nosotros el asunto está terminado por el tratado de 1904”…
Los Aramayo de Chichas, Editorial Blume Barcelona 1981-
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