[Armando Mariaca]

Unidad, paz y trabajo en un año que debe ser positivo


Año tras año, tanto a nivel de gobiernos como de instituciones y del pueblo mismo, hubo la constante de que la Navidad sea el inicio de concretar esperanzas para mejores tiempos, de cambios que permitan mejorar la situación política, social y económica de todos; pero, muy especialmente, el deseo sincero de que todo nuevo año, como el que iniciamos, 2014, sea de unidad, paz, trabajo y entendimiento de que todos somos hijos de la misma patria y que, pese a diferencias ideológicas que se presenten, estamos obligados a dar de nosotros todo lo que nuestros valores nos permitan.

Vivimos tiempos en los que tanto el régimen gobernante como el mismo pueblo -con incidencia especial en quienes hacen política partidista que no es siempre acorde con el que sustenta el gobierno- tomemos conciencia de la urgencia de desterrar antagonismos, rencores, racismos y todo lo que hasta ahora nos tuvo separados y, en casos, marginados de lo que importa al conjunto nacional.

Han transcurrido treinta y un años desde que reingresamos a la democracia, años en que estamos libres de regímenes dictatoriales, años que todos esperábamos sean constructivos y de muchas realizaciones; sin embargo, pese a las promesas formuladas en cada inicio de año como el presente, poco o nada se ha cumplido.

El Gobierno, pese a sus enunciados de sanas intenciones, al igual que sus antecesores, poco hizo por políticas de cambio que eviten yerros pasados, que corrijan actuales errores, que anulen los antagonismos, que deponga intenciones, conciencias y sentimientos contrarios a la unidad nacional.

Un ligero examen de conciencia nos ayudaría a inventariar lo poco hecho y mucho de lo malo practicado; llegaríamos a la conclusión de que los cambios no fueron posibles porque quienes debieron ser ejecutores de esos cambios deberían cambiar previamente ellos con la práctica de valores que los tienen dormidos. Los cambios no fueron posibles porque fuimos débiles en su realización o porque creímos que con medidas extremas pudieron ser realidad y resultaron contraproducentes los pocos llevados a cabo.

Un viejo dicho sostiene que lo mal hecho hay que corregir; lo bien realizado, hay que perfeccionar; las virtudes dejadas a un lado hay que retomarlas y los valores y principios no practicados, hay que recuperarlos, fortalecerlos y hacerlos práctica; pero, para todo ello, es preciso tomar conciencia de todo eso; de otro modo, seguiremos abriendo surcos en el agua y sometidos a lo que no es constructivo.

Poseemos un país rico como pocos; pero, no queremos tomar conciencia de esa realidad y menos de entender que esas riquezas pueden ser cimiento de nuestro desarrollo y progreso. No tenemos presente que para explotar las riquezas son importantes las inversiones de recursos financieros, humanos y tecnológicos para que nuestros propios valores humanos los exploten, los agranden y los diseminen para la diversificación de la economía. Y todo ello es posible en cuanto reconozcamos que las libertades son importantes para el diario ejercicio democrático y en libertad de aplicar los conocimientos y capacidades de quienes saben y conocen cómo crear riqueza y generar empleo de calidad. Eso es posible con quienes piensan libremente y no están sojuzgados a intereses subalternos o de quienes nada pueden porque nada saben.

El Gobierno se ha propuesto, muchas veces, hacer efectivo lo que el país precisa. Ello será posible en cuanto se proponga, quiera hacerlo efectivamente contando con los mejores elementos que tenga y con aquellos que si bien no comparten sus ideologías, saben cómo obrar, qué hacer y cuánto conseguir para beneficio general. Hoy, no caben los egoísmos y las posiciones fantasiosas o demagógicas; son las realidades y el encarar verdades lo que nos librará de la extrema pobreza en que nos debatimos pese a que eufemísticamente se dice que “nos hemos liberado de la pobreza” y, si fuese así, sería efecto de ilusiones que esperamos sean realidades pero sólo con el trabajo, la unidad, la fe y las esperanzas de todos los que integramos el país como son el Gobierno y todos los bolivianos.

Elementales principios de previsión, disciplina, eficiencia y eficacia nos obligan a actuar con nuestros valores pero en unidad que es armonía entre todos, respeto y consideración para todos habida cuenta que somos hijos de una misma madre que es Bolivia y a la que ha bendecido Dios con mucha prodigalidad y con el don del libre albedrio a cumplirlo con honestidad y responsabilidad.

Un nuevo año y mil motivos para salir de lo que nos posterga y asumir el propósito de aunar voluntades con objetivos plenos es lo que importa a todos; de otro modo, lo único que haríamos es consolidar los males pasados y cerraríamos las compuertas de todo lo que puede hacernos efectivamente libres.

Dios permita que los deseos formulados en la Navidad sean realidad en todo el año, especialmente recurriendo a la unidad y al entendimiento entre todos para contar con el coraje y los valores precisos para desterrar lo negativo que hace daño y obliga a sumirnos más en la pobreza y la dependencia.

TITULARES

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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