En todo proceso pre-eleccionario hay abundancia de declaraciones y promesas de los partidos políticos, especialmente de quienes aspiran a ser candidatos a la Presidencia de la República. Las experiencias señalan que en todo tiempo se ha formulado las mismas promesas y, con tal de conseguir el favor de la ciudadanía que acuda a las urnas, se promete “cielo y tierra” aunque, en los hechos, nada se cumpla.
Los partidos políticos, especialmente el que conforma actualmente el gobierno, el MAS, realizan campañas masivas en todo sentido y desde hace muchos meses; por supuesto, el cúmulo de promesas -acompañadas por las obras que el Presidente dice entregar a favor del pueblo- son tantas que nadie sabe a dónde puedan llegar. Obviamente, el poder económico, político y social que otorga el ejercicio del gobierno del país, da posibilidades ilimitadas.
Pese a lo que señalan los textos constitucionales, la re-reelección del actual Presidente no corresponde; pero como se hace caso omiso a lo que establece la Carta Magna, la campaña proselitista se lleva a cabo con gran intensidad y un despliegue de publicidad y propaganda que, lógicamente, beneficia económicamente a los medios televisivos que muestran las diferentes facetas de lo que hace el Primer Mandatario y de las promesas que formula para el futuro, conjuntamente los partidos políticos.
Para el pueblo, toda publicidad y propaganda tiene valor relativo porque está convencido de que muy poco o nada se cumple de todo lo que se ofrece y promete. Esta es una realidad característica de todos los regímenes que han intervenido en procesos electorales no siempre para asumir la Presidencia sino para integrar las cámaras legislativas. La verdad es que si se hubiesen cumplido las promesas de los políticos tan sólo desde que reingresamos a la democracia en octubre de 1982, ya el país habría alcanzado en estos momentos altos índices de desarrollo y, por supuesto, los índices de pobreza habrían disminuido.
Los partidos políticos -del oficialismo o de una incipiente oposición- deben tener presente que el pueblo ya no es tan inocente e ingenuo como en gestiones pasadas porque se da cuenta de hasta dónde “corren” las promesas, capacidades y posibilidades de la política partidista ejercitada en tiempos pre-eleccionarios; entonces, corresponde que, alguna vez, tomen conciencia de realidades y actúen conforme a ellas al ofrecer lo que piensan hacer, y mucho más al hacer ofrecimientos que, bien saben, pertenecen al campo de las fantasías e irrealidades.
Es urgente, en este tiempo, que los partidos actúen con mucha responsabilidad y honestidad en la formulación de lo que ofrecen, si toman en cuenta que el pueblo ya no les cree y, por el contrario, duda de todo, debido especialmente a las decepciones sufridas.
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