Punto aparte
En reiteradas veces se invocó al régimen de Evo Morales -desde esta columna- para que restablezca en el país un clima de paz, tolerancia y pluralidad. Al empezar 2014, la reiteración es con mayor énfasis, porque al ser año electoral, tienen que primar la tolerancia y el respeto a las diferencias.
Si no hubiera sido porque Bolivia pasó a ser a fines de los 90 exportadora de gas natural, agregándose a los minerales, y venturosamente porque los precios de las materias primas en el mercado internacional tienen aún un crecimiento nunca antes conocido, a estas horas no podría hablarse de que goza de bonanza económica. Deplorablemente, ésta se la está despilfarrando en compras suntuosas, superfluas y en el gasto oficial desenfrenado, cuando la mayor parte de los bolivianos vive en medio de carencias y penurias.
Tanto Morales como su entorno sostienen que nadie aporta con propuestas para conducir los intereses del país, con lo que pretende presumir que sólo el MAS tiene soluciones providenciales para el efecto. Hasta el presente, como parte del inicio del proceso electoral, algunos partidos de oposición han dado ya a conocer sus eventuales plataformas de gobierno.
En este marco, un grupo de intelectuales independientes, ajenos a militancia partidista alguna, sólo preocupado por el destino de Bolivia, difundió en diciembre un Manifiesto Ciudadano que obtuvo apreciable resonancia, dentro y fuera del país.
Acerca de las motivaciones que lo guían, advierte que actualmente lo que se halla en juego no es, ciertamente, el retorno al pasado, pues no lo desea, pero tampoco comparte el proyecto retrógrado del presente. Plantea, en cambio, la necesidad de pensar un futuro distinto, que debe ser la suma de una visión de lo que se quiere, más la voluntad de construirlo entre todos.
Sobre estas bases conceptuales, el Manifiesto propone un Proyecto Democrático Alternativo de cuatro puntos, en el empeño de construir una patria mejor, sin sectarismo ni exclusiones.
Considera que en la matriz de la visión alternativa de país, se requiere una legítima idea de democracia, asociada con los derechos fundamentales y con el Estado de Derecho, como base de una nueva institucionalidad y organización social.
La democracia que debe regir en Bolivia tiene que entendérsela como ideal de comunidad humana y de vida; como conjunto de valores que expresan las profundas aspiraciones humanas de convivencia pacífica y sin violencia; de tolerancia y respeto; de solidaridad y de fraternidad entre los seres humanos; y de realización de las potencialidades de hombres y mujeres libres para erigir un destino común de vida plena y de desarrollo humano sostenible.
Entre las implicaciones profundas de la propuesta, se incide en que debe existir una relación necesaria entre democracia-derechos fundamentales-Estado de derecho, puesto que es el mejor remedio contra el despotismo y la anomia generalizada, y el marco conceptual apropiado para superar las dicotomías históricas, ideológicas y políticas entre libertad y justicia social, entre “liberales” y “populistas”.
Es decir, que la democracia, cristalizada en el Estado de derecho, en su correlato político e institucional, no sólo tiene que ser concebida como “principio de legalidad”, sino de una forma de Estado que asume los derechos fundamentales como inviolables, de modo que garantice su ejercicio y sea el marco de su accionar.
En suma, “Bolivia necesita más democracia y no autoritarismo; más legalidad que arbitrariedades e impunidad; más derechos y no menos deberes; más Estado y menos poder; más políticos con sentido de Estado y con menos sentido de intereses particulares; más moralidad que cinismo; más respeto y menos arrogancia y vanidad; más esperanzas y menos ilusiones; más realidades y menos espejismos; más equidad y menos desigualdades sociales; más riqueza para más tiempo y menos pobreza para menos; más sostenibilidad del desarrollo y menos extractivismo; más ciudadanía y menos corporativismo; más pueblo que populismo; más voluntad creadora y menos victimismo”.
El Manifiesto, en su conclusión, formula “una apelación a la ciudadanía democrática a no abdicar de nuestra responsabilidad moral y de constituir una fuerza colectiva, capaz de revertir el presente y abrir un futuro de esperanza”.
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