Facetas positivas y negativas


La faceta positiva implica que los niños aprenden a trabajar y a afrontar la vida por sí mismos; adquieren hábitos laborales, como horarios, responsabilidad, esfuerzo e incluso aprenden matemática, al verse en la necesidad de realizar cobros y similares que les lleva a tener que utilizar cálculos y cuentas, explicó el psicólogo y psicoanalista Álvaro Barrios Requena.

En opinión del especialista la mayor parte de las personas que trabajaron de niños, actualmente no tiene temor de afrontar ámbitos laborales diversos o asumir labores para las que no tiene preparación alguna, asumiendo la misma prospectiva infantil, "hay que aprende a hacerlo" y "nada es imposible".

Explicó que cuando la remuneración por el trabajo realizado queda en manos del niño, este aprende que puede adquirir objetos o cosas que desea, valorando las mismas, ya que son fruto de un esfuerzo propio.

“Lastimosamente, las mayor parte de los niños que se ven en la obligación de trabajar, deben entregar la remuneración recibida a sus progenitores o tutores, coadyuvando a la manutención familiar y en algunos casos, sustentando a los vicios de los padres o tutores. Ello produce altos niveles de frustración e insatisfacción, pues deben dejar de lado la niñez (juegos, estudios, cariño, comprensión) por el trabajo para un tercero”, sostuvo Barrios Requena.

Por otra parte, y dependiendo del trabajo a realizar, los niños suelen tener que soportar malos tratos de la sociedad circundante, que les trata como si fueran adultos pequeños.

“Los malos tratos recibidos, la vivencia o la sola observación de situaciones sociales como peleas, discusiones, robos, engaños, etc., promueven en el niño un aprendizaje negativo, el cual puede ser adoptado y lo es en algunos casos”, dijo.

El impacto más severo, señaló, es el referido a la formación o educación escolar, a la que no acceden o la que se ve disminuida por el cansancio (por el trabajo), promoviendo bajos niveles culturales, falta de socialización con el grupo de pares o iguales y aislamiento.

También la interrelación continúa con adultos, para el experto, suele promover un carácter que hace que los niños pierdan su cualidad infantil e inicien a comportarse como el modelo que observan a diario, es decir como adultos. “A futuro, estas personas suelen sentir que no tuvieron una niñez, que la vida siempre fue dura y dificultosa, que no hay aspectos positivos sobre los que poder apoyarse, promoviendo sentimientos depresivos y agresivos, los que se expresan con la familia o con el grupo circundante”, señaló el especialista.

Aclaró que el modelo adulto que terminan adoptando los niños que trabajan, le muestra aspectos a los que se introducen a muy corta edad, es decir, alcohol, sexo, a veces drogas, que hacen que el consumo de los mismos, se presente como “normal”, convirtiéndose en un espacio de expansión y diversión que suple, en parte, la niñez perdida, pero trae consigo el despertar de sentimientos negativos y agresividad que es expresada en estados producidos por estas sustancia o situaciones.

“La secuela más expresa es la pérdida de la niñez, la perdida de alegría y al no haber ejercitado la capacidad de juego y al no haberse introducido al mundo paulatinamente como los niños que no trabajan, se convierten, generalmente (dependiendo de la relaciones que entablaron en sus años de trabajo) en personas muy serias, sin capacidad de reír o aceptar bromas, son extremadamente serios, se enfadan fácilmente o expresan agresividad, también fácilmente; ya que es la vía predilecta para expresar la frustración vivida, por una infancia de trabajo, por una padres a los que tuvo que sostener o simplemente por la sensación de que el mundo es desagradable e infeliz”, indicó finalmente.

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