Un paseo por el norte

Por Yuri Mirko Ríos Madariaga


Guayaramerín, un importante puerto junto al río Iténez o Guaporé, a 93 Km de Riveralta. Esta dinámica ciudad turística, de gente acogedora, se encuentra frente a la población brasileña de Guajará Merín.

Pervive en mi memoria el viaje que por razones de trabajo realicé a Rurrenabaque el año 2006. La ventanilla del bus resultaba insuficiente para alcanzar a ver el fondo de los precipicios que parecían amenazarme con engullirme. Era el primer tramo del trayecto, es decir La Paz – Coroico. Sin duda, el tramo más alucinante, pero a la vez el que más vidas humanas se llevó para jamás regresarlas; no sin motivo se lo denominó “El Camino de la Muerte”. Su estrechez al borde de los abismos y sus espectaculares curvas cerradas lo convirtieron en uno de los más complicados del mundo. Hoy en día solo queda su recuerdo. Sin embargo, renace cada vez que los amantes del peligro lo descienden en bicicleta desde La Cumbre (4.700 msnm) hasta Coroico (1.750 msnm); también está “disponible” gran parte del año para quienes quieran aventurarse y transitarlo en un motorizado. Coincidentemente, el mismo año finalizaba la construcción del anhelado tramo asfaltado Cotapata – Santa Bárbara, que poco tiempo después reemplazaría al célebre Camino de la Muerte.

Retorné a Rurrenabaque el 2007 y podría asegurar que fui uno de los primeros en estrenar el tramo mencionado con todos sus beneficios, y sobre todo, por sus asombrosas vistas de los paisajes de altura que ofrece, pues atraviesa el poco conocido Parque Nacional Cotapata (40.000 Ha), santuario de especies en peligro de extinción como el jukumari (oso de anteojos). Desde dichas alturas, en días despejados podemos apreciar con nitidez la cima del cerro Uchumachi en cuyas faldas se asienta Coroico, el “Primer Municipio Turístico de Bolivia”; con certeza razones le sobran para recibir tal denominativo. El túnel San Rafael otro atractivo de este tramo, repre-senta la obra máxima de ingeniería; sus 1,37 Km de longitud le sirven para ubicarse de momento en el primer puesto de entre los más largos del país.

El siguiente tramo del recorrido comienza en Santa Bárbara, a un costado del serpenteante río Coroico, que en épocas secas y calurosas pareciera invitarnos a tomar un baño en sus aguas verde esmeralda. Este río es el fiel compañero del camino que conduce a Caranavi, la “Capital Cafetalera de Bolivia”, donde el comercio de productos agrícolas y los diversos servicios que ofrece constituyen la base de su economía. En esta ciudad intermedia no es dificultoso conseguir un taxi para dirigirnos a Taypiplaya o Alcoche, poblaciones cercanas con interesantes atractivos turísticos; o bien internarnos hasta Guanay donde la actividad aurífera aún tiene relevancia.

Prosiguiendo al noreste, rumbo a Palos Blancos, desde una elevación del camino que los lugareños llaman La Cumbre, podemos vislumbrar en toda su magnitud la Cordillera de La Paz y reconocer los macizos que la integran (el Illimani, el Huayna Potosí, el Illampu, etc.), algo inolvidable. Más allá, si alguno de ustedes quisiera serenar su agitado espíritu fruto de la vida citadina, le aconsejaría contemplar en silencio el río Boopi y oír el canto de los pájaros sobre el puente que lo traspone. A saber, este río tiene orígenes modestos, pues nace en las finas vertientes del nevado Chacaltaya, varios kilómetros más al sur se adentra en la ciudad de La Paz con el nom-bre de Choqueyapu; al final de su recorrido muestra lo mejor de sí al formar el caudaloso Beni.

El río Quiquibey sirve de frontera a dos departamentos hermanos: La Paz y Beni. Aquí los viajeros pueden observar las últimas estribaciones de la Cordillera Real y si es primavera deleitarse con las exóticas flores de los ceibos como anuncio de la proximidad de las pampas del Beni.

Yucumo es un importante punto de bifurcación al norte y noreste benianos. Al norte mediante una carretera llana que en la actualidad ya tiene sectores asfaltados se llega a Rurrenabaque, la “Perla Turística del Beni” a orillas del río Beni. Es la puerta de ingreso al Parque Nacional Madidi (1.895.750 Ha) y a la Reserva de la Biósfera Pilón Lajas (400.000 Ha), ambos el hogar de innumerables especies animales y vegetales; algunas de ellas únicas en el mundo, tal es el caso del lucachi, un mono tití descubierto el 2004 endémico del Madidi.

20 Km al sur de “Rurre” -como lo llaman cariñosamente sus habitantes- se encuentra la singular formación del estrecho del Bala, personalmente, me atrevo a decir que es el lugar natural más lindo del país por su majestuosidad, exuberancia y tranquilidad; accesible solo por vía fluvial. Nefasto sería si el plan o proyecto para construir una represa se hiciera realidad, pues a corto o mediano plazo acarrearía un impacto ambiental negativo sobre la biodiversidad; al mismo tiempo que destruiría esta monumental obra que la madre naturaleza forjó en miles o millones de años. Suena ilógica la frase construir para destruir.

Al abrir uno de mis libros redescubrí una dedicatoria y autógrafo del señor Tudela. Me hizo recordar mi temporal estadía en esa población y el por qué tanto turista israelí visita “Rurre”. En 1981, el israelí Yossi Ghinsberg de-cidió marchar en busca de tesoros tacanas que seguramente nunca existieron. Él junto a otros tres aventureros (un norteamericano, un austriaco y un suizo), navegaron desde “Rurre” hasta ingresar en la selva inexplorada de los entornos del río Tuichi (afluente del Beni). Caminaron durante una semana sin imaginarse de que lo hacían en círculos. Por esas cosas que tiene el destino dos se separaron del grupo, nunca más se supo nada de ellos. Estas y otras experiencias vividas en las tres semanas en las que estuvieron perdidos, Yossi las plasmó en su libro “Back From Tuichi”. Leído por medio mundo, sirvió para catalogar y promocionar al lugar como un destino turístico imperdible. El 2007, Discovery Chanel presentó un documental del suceso en la exitosa serie Sobreviví, la cual reflejó la participación de Tudela en el rescate de Yossi.

Paradójicamente a lo que se cree, no es fácil encontrar un tour en el lado paceño, vale decir en San Buenaventura al frente de “Rurre”, pero en compensación es una población clave para dirigirnos a la comunidad de San José de Chupiamonas e Ixiamas, esta última la capital provincial más septentrional del departamento de La Paz.

Al noreste cerca de Yucumo, se encuentra Chaparina, lugar emblemático donde el 2011 ocurrió la injusta represión a los marchistas indígenas defensores del TIPNIS. Continuando al noreste está San Borja, elevada a rango de ciudad, según se lee en una plaqueta adosada a un monu-mento en la plaza principal. A mi parecer guarda cierta semejanza con la ciudad de Trinidad, la capital del departamento del Beni. Una vista satelital del río Maniqui desnuda su zigzagueante recorrido por los alrededores de San Borja, los pobladores aseguran que hasta no hace mucho tiempo atrás, podían verse caimanes reposando en sus orillas.

Justo a mitad del camino, entre San Borja y San Ignacio de Moxos, se halla el ingreso a la Estación Biológica del Beni (135.000 Ha), otra Área Protegida, donde lamentablemente su personal no brinda servicios turísticos por carecer - según me explicaron - de la categoría de Parque Nacional, pero eso sí, aceptan visitas para conocerlo.

San Ignacio de Moxos es a la par la “Capital Folklórica del Beni” y la “Capital Espiritual de las Misiones Jesuíticas del Cono Sur”. Este año la Fiesta Grande del pueblo fue declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural e Inmate-rial de la Humanidad. De calles anaranjadas debido a los ladrillos que emplea-ron para recubrir el suelo, posee un importante patrimonio tangible representa-do por el Templo reconstruido según la arquitectura misional; alberga el Museo de Arte Sacro y el Archivo de Música Barroca. A 1 Km de San Ignacio está la laguna Isireri, este espejo de agua es una obra más del sorprendente legado de las Culturas Hidráulicas de Moxos. Lomas artificiales, canales, terraplenes y por supuesto otras centenares de lagunas orientadas y de formas geométricas esparcidas por casi todo el departamento del Beni, constituyen - valga la redundancia - parte de su legado.

Viajar es uno de los mayores placeres sanos que puede dar la efímera vida. Conocer otra gente y sitios relativamente no contaminados para aprender su historia cultural y natural, beneficiándonos mutuamente y buscando sobre todo la conservación del medio ambiente, es la definición de ecoturismo. Incentivarlo es una de las opciones más importantes en la actualidad, y a la vez, es una de las mejores alternativas para no destruir la naturaleza.

Nacimos en una tierra extraordinaria, hay tanto por descubrir. Invirtamos en el país conociendo primero lo nuestro.

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