Lamentablemente en nuestro país no se puede dar un paso hacia el progreso sin tropezar con vallas y dificultades que oponen ciertos sectores aferrados a la rutina y a mantener su monopolio, en contradicción con el mercado de concurrencia y con la Constitución Política. Tal es el caso de algún sindicato de transportistas de la Zona Sur de La Paz que mostró su intemperancia en ocasión de la caravana de los Buses Municipales “Puma Katari” efectuada el día 5 de los corrientes.
Esta flota pronta a entrar en servicio para atender a las zonas perimetrales es una esperada innovación frente a un caótico, pésimo y ultrajante transporte público citadino al que recurren los usuarios, sin alternativa hasta el momento. Las condiciones en las que funciona este trasporte no pueden ser peores.
Los propietarios y al mismo tiempo conductores de los buses de la Zona Sur se organizaron para interferir el paso del nuevo servicio, bloqueando varias avenidas de Chasquipampa, Cota Cota y Calacoto, armados de piedras y palos. Lo que no esperaban -acostumbrados a sus tácticas de amedrentamiento- fue la firme reacción de los vecinos de los barrios sureños que se liaron inclusive a golpes con los desaforados bloqueadores, logrando su retirada, mientras aplaudían la incursión de los 31 buses Puma Katari.
Tampoco hay mucho que extrañarse por esta actitud, si aun el Dakar con toda su fama y aparatosidad está amenazado de bloqueo. No hay acontecimiento malo, bueno o neutro que no sea testigo de bloqueos o ruidosos bailes en la vía pública como parte del arraigado folclore. Los que incluyen a Bolivia en sus rutas o planes tienen que partir de esa realidad.
En el caso de la atacada flota municipal que ingresa al saludable campo de la competencia con sentido social y no precisamente lucrativo, en contrapartida resalta la exteriorización de irracionalidad del indicado “sindicato”, nítidamente expresiva de mentalidad autoritaria, de difícil superación. Estos actos antisociales son normales a los ojos de las autoridades, ahora más que nunca, por consiguiente gozan del privilegio de absoluta impunidad.
Desde otro ángulo, falta saber si el público se comportará correctamente en el uso de los modernos vehículos, si los cuidará para su propia comodidad y corregirá la actitud desordenada y caprichosa de abordar y salir cuando le viene en gana so capa de los mal instruidos chóferes, ganados por un lucro a como dé lugar. Para tal efecto, la Alcaldía tendrá que empeñarse en una educación vial sostenida.
Por encima de todo, el público que está adaptado a la conducta urbana correcta debería oficiar de educador del resto no sólo con el ejemplo, sino con el consejo y hasta con llamadas de atención si son necesarias a los que se resisten a un comportamiento socialmente aceptable. Veremos, pues, si los usuarios de la ciudad, del campo y de las provincias logran graduarse en la escuela de la urbanidad y de una buena convivencia en beneficio de todos. Demostremos que somos mujeres, hombres, jóvenes y niños adecuados a la modernidad, dignos de la evolución del Siglo XXI.
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