Así como “la justicia tarda pero llega”, lo mismo puede decirse de la verdad. Aquella verdad histórica sobre los gobiernos 1952-1964. Nos referimos al libro de Ricardo Sanjinés Ávila, del mismo título de esta nota, recientemente aparecido. Viene a ser una biografía de Oscar Únzaga de la Vega, quien cayó víctima de la encrucijada de la calle Larecaja 188. La vida de los próceres se hace indivisible del caminar hacia su propio destino, por eso la existencia del paladín de la “revolución moral” se unimisma con el batallar de Falange Socialista Boliviana, obra de su creación. Ricardo Sanjinés enriquece y matiza el libro enfocando a modo de telón de fondo los acontecimientos de la vida nacional a partir de la Guerra del Chaco.
Únzaga no había nacido en cuna dorada, sino en el típico hogar austero de clase media de aquella época. De familia cristiana, templó su espíritu por el ejemplo de integridad moral de su padre -oficial de Ejército- y de doña Rebeca de la Vega de Únzaga, abnegada madre viuda que sobrevivió a la persecución y al trágico final de su hijo amado. Camilo, de mayor edad que Oscar, signó con su muerte en defensa del Chaco la lucha del hermano menor, entregada a vindicar “la Patria humillada en la vergüenza y la derrota”.
No basta conocer una versión sino contrastar las fuentes y dotarse de la documentación original, tal es el bagaje que ilustra el libro constituyendo después de más de 50 años la verdad definitiva de lo obrado por el “doble sexenio” del MNR. Palidece pues la historia montada de quienes detentaban el poder entonces y juzgaban sus propios actos.
La obra comentada esclarece el verdadero pensamiento político unzaguiano -en verdad avanzado e integral de la realidad contemporánea boliviana- incluyente de la liberación del indígena de la servidumbre y de minas para el Estado, plasmado en la plataforma programática de FSB desde los primeros años 40. Esta óptica indigentitas contemplaba fundamental el respeto a la dignidad humana, sin reatos a ningún servilismo político coyuntural. La plataforma no dejaba de lado la economía, la educación, la familia, honrando cumplidamente los derechos humanos. Ante este plexo hondamente nacionalista, se estrellaban furiosamente los enemigos de Únzaga, con epítetos de “fascista”, “oligarca” o “sirviente de la “rosca”.
Paz Estenssoro llegó al poder usufructuando una insurrección popular para gobernar con rasgos proletarios (la COB fue fundada por sus militantes a pocos días del 9 de abril de 1952) y de lucha de clases, que hicieron crisis en el campo y las ciudades, arreciando con persecuciones masivas, apresamientos sin figura de procesos judiciales, tortura, campos de concentración, confiscaciones y asesinatos. Este totalitarismo negaba toda forma de oposición y se asentaba en el partido único y la reproducción indefinida del poder. En tales condiciones a Falange no le quedaba otro camino que la conspiración y el golpe, método de uso corriente en el juego político de aquellos tiempos. La ideología del pugnaz partido no agradaba ni a las derechas y tampoco a las izquierdas tanto dentro como internacionalmente. La Embajada norteamericana hacía causa común con el régimen, superado su inicial marxismo.
El valiente y extenso relato en dos tomos, pone en evidencia la delación al interior de la cúpula de la resistencia y desenmascara la fría traición externa que empujó a la muerte a una treintena de falangistas en el Cuartel Sucre, a los combatientes y al propio jefe de la insurrección. La traición se había personificado nada menos que en el Comandante General de la Policía y en el Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de entonces. Estos pasajes y su apasionante trama se detallan a plenitud en el texto.
El motivo central del desafío paradigmático era salvar al país del despeñadero económico y político al que conducían ciegamente las medidas del gobierno -resonancias que todavía se padecen- en medio de una demagogia enfermiza, de corrupción y latrocinio, hechos que labraron una triste herencia más allá de la leyenda, burilando el comportamiento pragmático y utilitario en lo individual y en lo público de la generalidad de la población, dejando atrás la conducta ética.
En impecable estilo literario, preciso, lúcido y sobre todo veraz, Sanjinés desvela el dramatismo de terror desatado en nombre de las clases desposeídas, cuando en realidad prevaleció sin disimulo la angurria de poder y de riqueza de la “nueva clase”. Se trata de un vademécum ilustrativo y necesario para conocer hechos que las generaciones nacidas alrededor de los años 50 desconocen, o que todavía ahora son desfigurados por panegiristas gratuitos deslumbrados por la “conquistas revolucionarias”, pero lejos de un análisis objetivo y responsable como el que se encuentra en las páginas de “La voz de los inocentes”.
Si bien los tiempos son otros, debe quedar en la consciencia de jóvenes y mayores la conducta de quien -como cantó en sus versos- murió honrando sus ideales: “Capitán del navío de tu hazaña/ en la hora del naufragio …/ debes hundirte con tus sueños …/ Si vacila tu fe…/¡Quema tus naves!”.
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