Eudoro Galindo Anze
Rafael Puente, a quien sus correligionarios califican como uno de los más destacados intelectuales de la izquierda boliviana, ha publicado una nota titulada “Sánchez Berzaín, el demócrata”, nota en la que fuera de aplicar métodos democráticos (contrarios a los que su conducta exhibe) para destruir la democracia, hace una demostración de un admirable desconocimiento de los valores democráticos. ¿Será posible que no comprenda las enseñanzas de Polibio, Montesquieu, Voltaire, Hobbs, o Lock? ¿Desconocerá por qué los norteamericanos lucharon por su independencia en 1776 y los franceses lo hicieron en su Revolución en 1789 para vivir en democracia?
Un demócrata que entiende la Idea Democrática con conocimiento primario de filosofía política no se atrevería a juzgar, sentenciar ni condenar a nadie por sí y ante sí. El Sr. Puente, en la más decantada convicción dictatorial lo hace al proclamarse jurado, juez y verdugo cuando afirma: “…señor Sánchez Berzaín, usted no está autorizado para hablar de democracia, como no lo está el que fuera su presidente, Gonzalo Sánchez de Lozada, ni tampoco sus principales cómplices, como Manfred Reyes Villa o Jaime Paz Zamora”.
Si el Sr. Puente podría mostrar que defiende en Bolivia el gobierno de las Mayorías que garantizan los derechos y libertades de las minorías en el marco del Estado de Derecho; si podría demostrar que demanda el respeto a la alternabilidad y periodicidad en el ejercicio del poder; si podría convencer que pese a su extraña interpretación, la democracia se construye sobre la división de poderes entre los órganos del Estado; si defendería con el mismo vigor la igualdad de los derechos humanos de todos y no abogaría solamente por los derechos de quienes comulgan con su ideología; o si aceptaría que la salud de una democracia depende de un mísero detalle: la pureza, transparencia y limpieza de sus procesos electorales, habría espacio para un debate ideológico entre él y algún acólito de Sánchez Berzaín, debate que desde ya él rechaza al término de su filípica.
Por otro lado, en el artículo de referencia, su autor levanta su voz indignado para denunciar a los presidentes Sánchez de Lozada y Jaime Paz, así como al candidato Manfred Reyes, quienes en el marco del orden constitucional y el Estado de Derecho aceptaron cumplir y hacer cumplir las atribuciones constitucionales, convirtiéndose de esta manera en guardianes del pueblo boliviano ante las provocaciones de quienes no creen en la ley, rechazan la convivencia civilizada e ignoran las normas que garantizan el inter-relacionamiento social.
Finalmente, no está fuera de lugar comentar que notas como la publicada contienen técnicas de guerra psicológica para el delito de ‘asesinato de la reputación’. El mayor de los expertos en estos crímenes morales fue el comunista alemán Willi Münzenberg, quien sostuvo que tanto las naciones como las personas viven con la imagen que proyectan. Por esta razón colaboró en el desarrollo de fórmulas para destrozar la reputación de personalidades, gobiernos y naciones que los enemigos de la democracia apuntan a destruir. La difamación es un arma muy antigua, perfeccionada por la izquierda internacional durante la Guerra Fría. Son muchas las víctimas perennes de estos ataques a su reputación, como la empresa privada o los militares. Este delito con los perjuicios de corto y largo plazo que ocasiona, parte de la irreflexiva y permanente ofensiva de los enemigos de la libertad y la democracia.
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