Inscripciones escolares, tortura para los padres

La tortura que sufren los padres de familia para inscribir en escuelas y colegios a sus hijos, año tras año, es un atentado contra los derechos humanos porque nadie, tan sólo por buscar un establecimiento para estudiar, debe ser sometido a lo que sufren los progenitores de niños y jóvenes que buscan continuar sus estudios.

Aun antes de las fiestas de fin de año, muchos padres de familia forman largas filas y desde tempranas horas ante las puertas de escuelas y colegios para alcanzar a inscribir a sus hijos, inclusive a aquellos que ya estuvieron en gestiones anteriores.

En Bolivia, como en ningún otro país pobre y subdesarrollado, se hace ostentación de los “muchos avances” que se hace en los planos educativos; sin embargo la tragedia que se presenta para cada año lectivo es inmensa y resulta ser prueba de que no hay los suficientes establecimientos educacionales ni hay ítems o presupuesto para mayor cantidad de maestros.

El analfabetismo ha jugado papeles importantes en la lenta marcha del país; sin embargo, en las últimas décadas ha disminuido el número de analfabetos, aunque muy relativamente. Y es la falta de escuelas y colegios un factor importante que determina que muchos niños se queden, año tras año, sin los beneficios de la educación. En algunos casos, especialmente en las áreas rurales, los colegios o escuelas están tan alejados que los padres prefieren no enviar a sus hijos a estudiar o, a veces, optan por emigrar a las ciudades o pueblos cercanos donde puedan encontrar condiciones apropiadas para que los niños estudien.

Lo más grave en nuestro país es que si bien se habla mucho de apoyar, planificar mejor, reestructurar sistemas y currículas, etc. se hace muy poco, especialmente por falta de medios financieros; en cambio, como contradicción en otros campos se incurre en gastos no necesarios en muchos casos, como para la compra de un satélite que hoy estaría en órbita y la compra de aviones de lujo para uso oficial o de aquellos que se dice servirán a la Fuerza Aérea, o la adquisición de barcazas que nunca arriban al país, o se anuncia inversiones que no se concretan.

¿Cuándo habrá la comprensión cabal de la importancia de la educación, tanto en nuestros gobernantes como en muchas instituciones y personas que tendrían que ver, y mucho, en la educación de niños y jóvenes? ¿Hasta cuándo se adolecerá de establecimientos en muy mal estado y sin vidrios, con pésimos servicios sanitarios, sin bancos ni pizarrones ni otros implementos necesarios? ¿Cuándo se entenderá que la educación debe ser la mayor obligación y responsabilidad de los gobiernos que administran el Estado?

La tragedia de padres de familia y sus hijos debería terminar y para ello es urgente tomar las medidas más convenientes y responsables.