Más importaciones, más coloniaje



Mientras por un lado la alta jerarquía burocrática gobernante afirma, de palabra, que Bolivia adquirió su “independencia” económica y política, por otro lado, de hecho, el país acentúa dramáticamente la condición de colonia, hecho que lo confirman los datos estadísticos de origen oficial y que la prensa recoge a diario.

La dependencia colonial estaba siendo superada desde mediados del siglo pasado (pese a los bajísimos precios de recursos naturales), pero, de manera abrupta, empezó a cambiar y se ha ido agravando hasta el extremo de llegar a un punto que puede ser considerado de gravedad. En efecto, estamos exportando menores volúmenes de productos, pero sólo gracias a las altas cotizaciones de esas exportaciones el país obtiene buenos ingresos, mientras, en cambio, importamos alimentos y mercancías de altos precios y que son vendidos con precios bajos, produciendo en total pérdidas por más de miles de millones de dólares al año.

Esa contradictoria ecuación económica se confirma porque estamos importando diésel por más de un mil millones de dólares al año y, al mismo tiempo, se gasta en importar alimentos y otros productos por alrededor de otros mil millones de dólares, lo cual significa, entre otros, la suma total de dos mil millones de dólares de pérdidas para el país.

Desde que Venezuela dejó de vendernos diésel, debido a la grave crisis interna que atraviesa, a noviembre del año pasado nuestro país importó productos derivados del petróleo por la suma de 1.100 millones de dólares tanto de Chile como Argentina y Estados Unidos. Pero la gravedad de esos números no sólo está en las cifras, sino en la proyección política del asunto, ya que ahora Chile nos abastece de ese combustible, lo cual determina que Bolivia aumente su dependencia colonial en relación con la nación trasandina, dependencia centenaria que, en vez de disminuir -como ofrecen los elementos políticos- aumenta no sólo en forma cuantitativa sino en especial cualitativa.

Mientras se produce ese estado de creciente coloniaje, el régimen político actual también está conduciendo al país a mayor dependencia al importar ingentes cantidades de alimentos para abastecer a la población, puesto que la agricultura se encuentra en estado de colapso porque no puede cubrir las necesidades alimenticias de la población.

Semejante situación se confirma porque ya no producimos los alimentos imprescindibles de la canasta familiar, sino que el Gobierno se ve obligado a importarlos, como es el caso del arroz. Efectivamente, en el año pasado la importación de ese grano aumentó nada menos que ¡quince veces! En detalle el IBCE afirmó que “el producto que ha sobresalido en las compras del exterior fue el arroz blanqueado” y explicó que durante los 11 meses de 2013 se importó 17 millones de dólares, mientras en similar período de 2012 el valor alcanzó sólo a 1.6 millones de dólares.

El país está importando casi todo lo que come. La lista de productos extranjeros que consumimos empieza por la harina, trigo, maíz, papas, verduras, fruta de toda clase, enlatados de diversos alimentos y otros que antes producíamos inclusive para sobre abastecer el mercado de consumo interno con precios bajos. Estamos en la senda de marchar a la restauración del coloniaje, contra todo el sentido histórico del pueblo boliviano.

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