Universalmente, la Navidad como recordatorio del nacimiento de Jesús, nuestro Divino Redentor, ha sido considerada como el acontecimiento más propicio para dejar atrás rencores, diferencias familiares y también para forjar vínculos afectivos en las relaciones humanas que hacen a nuestra convivencia social.
En ocasión tan simbólica, particularmente para Bolivia que reclama con insistencia la entrega de sus hijos para hacer de ella una Patria construida sobre la base de la paz, la concordia y el trabajo entre gobernantes y gobernados, no podía estar ausente el mensaje del Presidente Morales, cuyo contenido, en pocas líneas, se constituye en motivo suficiente para deponer extremas propuestas y acciones que hoy se multiplican en perjuicio de nuestro progreso y crecimiento económico.
El referido mensaje, señala: “Que la Navidad nos encuentre unidos a bolivianos y bolivianas. Que los mejores regalos sean el amor, el cariño y la unidad de quienes habitamos esta noble tierra”.
A las elites que rodean al presidente Morales, a dirigentes políticos, sindicales y de otras organizaciones populares, corresponde recoger este mensaje, pero sobre todo a quienes se encuentran en el ejercicio del Poder, ya que el llamado al diálogo y a los acuerdos reflexivos tienen que salir de arriba, no para satisfacer aspiraciones solamente a favor de sectores adherentes y de otros no, por ejercer el derecho contestatario que es parte sustantiva de la democracia.
Definitivamente, ningún boliviano consciente de trabajar por la Patria tiene el propósito de destruir o deteriorar la estabilidad institucional del régimen legalmente constituido. Expresar insistentemente lo contrario, es una vana especulación. Por el contrario, a quienes nos gobiernan corresponde preguntarles: ¿Acaso será imposible, difícil armarse de coraje para rectificar errores y elaborar gestiones públicas bajo el común denominador de la equidad y las proposiciones constructivas de la sociedad civil por un mejor destino de la Patria y que fuera defraudado por los gobiernos de ayer? ¿Por qué repetir la misma agenda de discursos y promesas incumplidas para todos los bolivianos? La Bolivia de hoy y de mañana demanda paz, concordia y trabajo y no enfrentamientos deliberadamente organizados para crear un escenario de caos y de incertidumbre.
Al ingresar a un nuevo año y después de otros ocho años de gestión del actual Gobierno, en los que aún no ha sido posible modificar “la economía de bolsillo” de millones de bolivianos que no han salido del umbral de la pobreza en las ciudades y de la miseria en las áreas rurales, es urgente redefinir una ingeniería del desarrollo donde Gobierno, empresarios y trabajadores concilien por la necesidad de armar estructuras productivas diversificadas, orientadas al cultivo de masivas ocupaciones laborales con salarios dignos y no distraer la capacidad del Estado en menudos conflictos de interés sectario y subalternas ventajas económicas.
Los esfuerzos del Gobierno y de la sociedad civil deben estar dirigidos a forjar una Doctrina Nacional surgida de nuestras propias realidades y no perder el tiempo en ensayar modelos que la dialéctica del tiempo y de la historia se ha encargado de sepultarlos.
Al mensaje presidencial se hace necesario adicionar, para recuerdo de gobernantes probos y honestos, algunas partes de aquella oración universal que el canciller David Choquehuanca entregara un 26 de octubre de 2012 al presidente Morales con motivo de su 53 aniversario natal: “Señor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles… Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo. Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza. Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme y si la gente me ofende, dame valor para perdonar. Si me das éxito no me quites la humildad. Si me das humildad no me quites la dignidad. ¡Señor!, si yo me olvido de ti, nunca te olvides de mí”.
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