En diciembre de 1824, los últimos encuentros entre españoles y patriotas, en especial en la batalla de Ayacucho, determinarían el control de España sobre América o su independencia.
El Congreso de la Gran Colombia determinó el retiro de Simón Bolívar como comandante en Jefe del Ejército Libertador, como medida política. Su presidente, el Gral. Francisco de Paula Santander, explicó que él sólo cumplía las disposiciones del Congreso, manifestándole a Bolívar, que él elegiría a quien bajo su mando tendría las tuiciones del Comando en Jefe. Naturalmente Bolívar comisionó al Gral. Antonio José de Sucre para este objeto.
También se dijo que se había tomado en cuenta que, en una especie de igualdad, Bolívar podría levantar un nuevo ejército, o que en el caso eventual de una posible derrota, no se mellaría la colosal figura del Libertador como guerrero y estratega militar.
Bolívar acató la disposición del Congreso Colombiano, dirigiéndose de Huancayo a Lima, organizando el gobierno y la defensa, dando desde allá las direcciones precisas al Gral. Sucre, declarando allí proféticamente: “Dentro de pocos meses no quedarán más españoles en América”.
Ambos ejércitos se encontraban en posición de batalla, el español con La Serna, fuerte con 9.300 hombres y el ejército patriota con 6.500 hombres. Ambos ejércitos iban paralelos, sorteando barrancos, quebradas y desfiladeros, esperando el terreno propicio, estaban tan cerca uno de otro, que hasta podían saludarse.
Estaban en posiciones difíciles, donde incluso podía haber emboscadas. Así ocurrió en la quebrada de Corpahuaico, donde el Gral. Valdez emboscó a las fuerzas patriotas. Salió del atolladero la vanguardia, el centro pasó indemne, pero la retaguardia al mando del Gral. Lara fue atacada, perdiendo un cañón de la artillería patriota, más los batallones Vencedores y Vargas. El Gral. Sucre envió en su auxilio al batallón Rifles, pudiendo seguir la marcha.
El Gral. Sucre llamó al Cnel. Burdett O’Connor, experto en estrategia y posición, ordenándole buscar el sitio perfecto para ofrecer batalla. Cuando O’Connor indicó las faldas del Condorcunca como lugar preciso, Sucre contestó: ¡Usted está loco!, cómo va a ser esa una buena posición, debemos cambiar de inmediato.
O’Connor replicó: ¡Tengo toda la razón!, y si no es acertado lo que indico, ¡hágame usted fusilar!
Mientras tanto La Serna ocupaba la cima del Condorcunca, el 8 de diciembre, esa noche conversaron los de arriba con los de las faldas. Valdez envió como presente al Gral. Sucre unas cajas de chocolate y tabaco, respondiendo Sucre con el obsequio de unas cajas de café y té; del mismo modo los generales Monet y Córdova conversaron y se abrazaron.
El 9 de diciembre reunido el ejército patriota, el Gral. Sucre arengó a cada uno de los cuerpos, situando las divisiones como sigue: el ala derecha y el centro al mando del Gral. Córdova, el Cnel. León Galindo orillando las faldas del Condorcunca, la caballería patriota con el Gral. Braun y Carvajal, preparada para cargar contra la infantería española que bajaba; al centro y el ala izquierda, la segunda división con el Gral. La Mar y, finalmente, el Gral. Miller con la caballería de los Húsares de Colombia, y los Granaderos a Caballo.
Se inició la batalla tan terrible como cruenta, el Gral. español Valdez llegó hasta las faldas del Condorcunca, pero fue rechazado por Carvajal. Sin embargo Valdez llegó a ocupar parte de la meseta, poniendo en peligro las divisiones patriotas. Sucre ordenó al batallón Rifles reforzar la posición de La Mar, pero aun así el español Monet avanzó inexorablemente, aunque allí al frente estaba Córdova, que al grito “división a discreción, paso de Vencedores”, cayó como una avalancha destructiva sobre las fuerzas españolas, definiendo el éxito de la batalla. El Gral. Valdez fue derrotado.
Carvajal y Miller desbarataron a Monet en la meseta, obteniendo un triunfo total. Valdez y Monet fueron apresados, así como el Virrey La Serna, y con ellos 2.600 prisioneros realistas. El parte del triunfo enumeraba: presos, dos tenientes generales, La Serna y Canterac; cuatro mariscales, diez generales, 16 coroneles, 60 tenientes coroneles, 484 mayores y oficiales menores; dos mil soldados.
El Gral. Córdova fue ascendido en pleno campo de batalla a General de División. El triunfo de Ayacucho selló la independencia de las colonias españolas en América.
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