[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Prólogo que vale un Potosí


Esta vez se invertirán los órdenes para comentar un libro; parecería insólito, pero no es así. El prolífico escritor e historiador Mariano Baptista Gumucio publicó otro importante libro, titulado “CARTAS para comprender la historia de Bolivia”.

El libro es excepcional, tiene el volumen de 502 páginas, editado por la Fundación Cultural Zofro, de Oruro. Es habitual que se empiece leyendo el Prólogo. La sensación que causa el de Baptista puede provocar incredulidad. Pero, en el fondo, pareciera ser un acto de gracia llegar a enterarse de sucesos históricos a cual más singulares y sorprendentes, ocurridos en distintas latitudes del orbe.

Con lucidez y ponderable dominio de la historia universal, Baptista los reunió prolijamente en el Prólogo de su nuevo libro. Por las impresiones que causan, no es excesivo expresar que el “Prólogo Vale un Potosí”, como decían en tiempos de la colonia para relievar la ingente riqueza de plata que se extraía de la célebre montaña.

Es imposible referir cada una de esas historias, pese a que fueron seleccionadas y están presentadas de forma escueta. Es de reiterar, empero, que su lectura genera emociones imprevistas y abruman por la singularidad de los acontecimientos a los que se refieren.

Por lo demás, el Prólogo hace honor a los contenidos de la obra, al igual que a los esfuerzos y a la dedicación que Baptista ha debido desplegar para acumular los textos de nada menos 98 Cartas, de real significación histórica. A través de ellas, es posible conocer diversas intimidades de actos y comportamientos de personajes de la historia nacional.

Sus autores, al recurrir a las epístolas y dirigirlas a personas de su confianza, hacen revelaciones sobre los hechos en que intervinieron o conocieron de cerca. Más importante aún, emiten opiniones revestidas de autoridad y veracidad, por tales circunstancias.

Baptista anota que el género epistolar fue muy extendido en otros tiempos, sin la contención de espacios ni límites geográficos. Con las Cartas del libro, se aprecia que otro tanto ocurrió en nuestro suelo, al exponerse testimonios personales sobre sucesos ocurridos en la colonia, en la República y en la política de tiempos recientes. Algunos de ellos no se producen en el territorio nacional, pero en general le atingen de una u otra manera.

El libro empieza con una reliquia de la historia universal. La Carta de Cristóbal Colón al Rey Fernando El Católico, escrita el 15 de febrero de 1493, en Portugal. Sorprendentemente es extensa, en su párrafo inicial dice: “…sabréis cómo en 33 días pasé de las islas de Canaria a las Indias con la armada que los ilustrísimos rey y reina nuestros señores me dieron, donde yo hallé muchas islas pobladas con gente sin número, y de ellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho”.

Los conocimientos e impresiones que recogió Colón, según la Carta, son múltiples. A la isla del Caribe (conocida hoy como parte de esa región), donde primero puso los pies, le dio el nombre de San Salvador. En sus caminatas encontró otras, todas pobladas por gente que andaba desnuda. Habla de la calidez de su trato, expresando que “muestran tanto amor que darían los corazones”. A los recién llegados, los aborígenes los creían provenientes del cielo.

Colón le puso el nombre de Juana a otra isla, estimando que era mayor que Inglaterra y Escocia juntas. En sus recorridos encuentra también a una que la denomina La Española, de la que destaca que “tiene más que la España toda” respecto a alimentos y especias. Agrega que es el lugar “… más convenible y mejor comarca para las minas del oro…”.

Del resto de las Cartas es imposible hacer reseñas individuales, aunque es pertinente remarcar que no hay una que no tenga realce histórico. Entre ellas, se encuentra una que tiene que ver con el proceso independista del país. Es la que le dirige la Real Audiencia de La Plata al virrey Liniers, con sede en Buenos Aires, el 10 de mayo de 1809. Le advierte que había el riesgo de una conmoción popular. Y, en efecto, ésta se produjo el 25 de ese mes y año, con el lanzamiento del primer grito libertario de América.

TITULARES

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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