Beethoven y Hindenburg...

Por Osvaldo Bayer


Beethoven nos trajo el arte y nos entregó música sublime y Hindenburg un hombre de la guerra que trajo la muerte y abrió la puerta a Hitler, amo del racismo y el autoritarismo, culpable de la masacre más espantosa de la historia del ser humano. Beethoven y Hindenburg. ¡Qué diferencia! Hay que aprender de la Historia.

Alemania se prepara para el “gran aniversario”: en el 2020 se cumplen 250 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven, el maravilloso músico que dejó una herencia invalorable con sus sinfonías y todas sus creaciones musicales geniales. Sí, siete años antes del aniversario. Se está preparando un programa al cual se va a invitar a todo el mundo, con la participación de los más notables músicos de la actualidad. En esta ciudad, Bonn, lugar de su nacimiento, se va a crear un edificio llamado “Festival Beethoven”, destinado exclusivamente a la música del célebre autor. Se pedirá a la Unesco que la obra de este gran compositor pase a ser “Herencia cultural mundial”.

Los dos partidos mayoritarios alemanes, los demócratas cristianos y los socialdemócratas, han declarado “la tarea más importante” a los actos por Beethoven. “Todos los seres humanos serán hermanos”, el texto de la Oda a la alegría de Beethoven servirá de lema para que todo el mundo recuerde al músico con actos y conciertos. La Oda a la alegría tendría que ser el himno internacional de los pueblos. Se va a hacer una exposición de los cinco mil cuadros que existen sobre su figura, treinta de los cuales fueron pintados mientras él vivía. Beethoven es el símbolo que supera a todos en Alemania en los nombres de calles, de escuelas, de plazas y otros establecimientos. Y su figura ha sido impresa en estampillas de correo de cincuenta países.

Además, todos los años se realizan en Bonn homenajes al músico, junto al gran monumento con su figura que se levanta en la plaza Münster y que fue inaugurado en 1845. Esta estatua se hizo por iniciativa de los músicos Franz Liszt y Robert Schumann. Por supuesto, también en Bonn existe la plaza Beethoven, uno de los lugares más bellos de la ciudad, un parque con un tupido bosquecillo por el cual paseaba el músico en su tiempo. Y hay un bar “Ludwig”, donde se reúne siempre gente de todos los sectores del Arte. El comercio, claro, no iba a desaprovechar la popularidad de este gran músico. Y han utilizado ese nombre para popularizar sus productos. Así, existe un chocolate “Beethoven”, un brandy con 42 por ciento de alcohol, un té que lleva también ese nombre y una marca de caramelos. Como siempre, con tal de ganar, el comercio falta el respeto aún a los más representativos de la cultu-ra. Cuando elevé mi protesta se me con-testó: “Es el sistema”.

El sistema trató de mantener sus figuras políticas como grandes personajes de la historia. Y justo en estos días ha comenzado la discusión sobre la figura del mariscal Von Hindenburg. ¿Quién fue Hindenburg? La representación por antonomasia del militarismo alemán. Con su nombre existen calles en muchas ciudades. Y en Berlín hay una avenida y una plaza con su nombre. Hindenburg, en la Primera Guerra Mundial de 1914/18, venció a los rusos en la batalla de Tannenberg, con un ejército con menos soldados que su enemigo. Por eso pasó a ser en su país un héroe nacional. Y por eso este mariscal fue elegido por el pueblo como presidente de la Nación. Y fue quien, como presidente, nombró el 30 de enero de 1933 nada menos a Adolf Hitler como canciller, es decir, como jefe de gobierno.

Una figura por demás discutible, ya que en 1918, cuando Alemania perdía la gue-rra, Hindenburg estuvo en contra de que se iniciaran las conversaciones para la paz. Y cuando finalizó la guerra, él calificó de “traidores” a los alemanes que firmaron el Tratado de Paz de Versalles. En vez de paz, él quería continuar la guerra. Una figura así siempre fue aplaudida por los conservadores y hoy ha llegado la hora para los alemanes de debatir si su figura fue positiva para la vida y no para la muerte. Además, la ciudad de Bonn quiere discutir si se le quita al señor mariscal el título de “Ciudadano Ilustre de Bonn” y se ha iniciado un debate a fondo sobre su figura. Por supuesto, los conservadores, demó-cratas cristianos, sostienen que es innecesario discutir si se le quita o no el título honorífico, ya que Hindenburg ha muerto. Ese es el único argumento.

A veces suman otro, más superficial aún. Señalan que cambiar el nombre a esa arte-ria les traerá problemas a los vecinos que viven allí porque tendrán entonces que cambiar sus documentos personales con el cambio de nombre de la calle. Con ese argumento, ¿dónde queda la Ética? Es el mismo argumento que esgrimen los que, en la Argentina, defienden a Roca, el que mató a miles de personas de los pueblos originarios y restableció la esclavitud re-partiendo a los prisioneros entre las “fami-lias de bien” para ser utilizados por ellas como esclavos.

Sea como fuere se van dando pasos adelante en la historia de los pueblos y es positivo que se discutan estos temas. Es como si se dijera: un ser como Beethoven que nos trajo el arte y nos entregó música sublime para todas las horas, a él, “sí”, para siempre. Y un “no” a un hombre de la guerra que trajo la muerte y abrió la puerta a ese fantasma llamado Hitler, amo del ra-cismo y el autoritarismo, culpable de la ma-sacre más espantosa de la historia del ser humano. Beethoven y Hindenburg. ¡Qué diferencia! Hay que aprender de la Histo-ria.

Claro, se me dirá, hay temas más impor-tantes como, por ejemplo, discutir ya mis-mo el porqué de la crisis europea y del mundo entero y los fracasos del sistema económico al que está sometido actual-mente el ser humano. Por supuesto, esos deben ser los temas fundamentales. Pero esas crisis se deben a que el ser humano no ha aprendido de la historia y por eso es necesario revisarla y terminar con los mo-numentos a los que nos llevaron a este mundo de muertes, miserias y desigual-dades. Y sirva como ejemplo el paso atrás que dio la población de Suiza, al votar en contra de la iniciativa de no permitir suel-dos de más de doce veces que lo que gana un empleado medio. Teniendo en cuenta que hay miembros de directorios de em-presas que ganan sueldos que superan los 12 millones de euros anuales.

El pueblo suizo rechazó este principio bien democrático y dejó en libertad a las empresas de seguir enseñando que la más abrupta desigualdad es una cualidad de-mocrática. No, democracia significa no sólo Libertad sino también Igualdad. Y lo repito una vez más: ¿Por qué los argenti-nos cantamos en nuestro Himno nacional Libertad e Igualdad y no cumplimos?

ARGENPRESS.info

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