El tesoro de Sacambaya

Por Emma Aranzáes v. de Butrón


Todos los bolivianos conocemos la historia de nuestra Patria, sabemos que el Imperio del Perú, fue universalmente considerado como el más rico poseedor de fabulosos yacimientos auríferos, por lo que se hicieron célebres las frases “Vale un Perú” o “Vale un Potosí”.

El Imperio peruano estaba formado por el Alto Perú, lo que actualmente es Bolivia, y el Bajo Perú, lo que en la actualidad es el Perú.

Durante la conquista de América por los españoles, narra la historia que Pizarro tomó preso al inca Atahuallpa, éste, por su libertad, ofreció llenar la habitación donde estaba prisionero con oro, hasta la altura de su cuerpo con el brazo levantado; lo que cumplió entregando esta fabulosa cantidad, pero fue traicionado y muerto a palos.

Potosí también es legendariamente fabuloso, por sus inagotables vetas de pla-ta. Esta sed insaciable de oro, fue lo que atrajo al Alto Perú gente de todos los continentes, para explotar todos estos metales.

Por esta razón creo que lo que narraré no será tan extraordinario, por tratarse de algo natural y universalmente conocido. Hace más de setenta años que un campesino, de la provincia Inquisivi, perteneciente al departamento de La Paz, vino en busca de mi esposo para llevarlo a esa provincia e indicarle el lugar donde se hallaba enterrado un verdadero tesoro, que consistía en oro puro, objetos de este metal, tejidos de más de doscientos años; el hombre era de edad avanzada, dijo apreciarlo y tenerle confianza; mi esposo no creyó en la veracidad de su historia o por razones de tiempo no fue.

En aquella ocasión el campesino contó su historia y dijo: que su bisabuelo, un hombre entonces joven, casado y con un hijo mayor de doce años, había sido designado para trasladar el tesoro al lugar donde sería depositado y enterrado.

Sin que su padre lo supiera el niño lo había seguido, y oculto detrás de los árboles presenciaba el ir y venir de los hombres que trasladaban, desde el convento al lugar de su depósito oro y joyas; al terminar ese traslado los hombres fueron desapareciendo uno a uno, y cuando no quedó uno solo, los depositantes colocaron en el hueco de entrada una enorme piedra con la forma de huevo, cubriendo luego la entrada, hasta hacer desaparecer las huellas.

El muchacho asustado, permaneció oculto hasta que los enterradores hubieron desaparecido. Sabemos que los hechos trascendentales en la vida de un niño impactan en su conciencia y su cerebro: hacen que estos se mantengan a través del tiempo, como si hubieran sucedido el día anterior; por esta razón este había conservado el recuerdo hasta el día de su muerte.

Este niño que se hizo hombre, transmitió a sus hijos el secreto, bajo juramento de no comunicarlo a persona alguna; así pasaron los años y las generaciones con el secreto del gran tesoro de Sacambaya.

Hace pocos años, un vecino de Inquisivi, persona de edad avanzada, que ocupó cargos administrativos, trajo la copia de una carta, copia que poseen varias personas y lo que creía y parecía una leyenda, es un hecho real que hasta hoy no fue descubierto el tesoro, por estar enterrado a muchos metros de profundidad.

Sacambaya pertenece a la provincia Inquisivi, se halla situada en una planicie a orillas del río Sacambaya, por lo que lleva este nombre, formado por los ríos Katu de Inquisivi y Ayopaya de Cochabamba; entre estos está el cerro Tutinqui, lugar tétrico, sinuoso y lleno de árboles.

En la planicie existen todavía las ruinas de lo que fueron el Convento y la Iglesia donde se reunió el fabuloso tesoro, que ante la imposibilidad de sacarlo del país fue enterrado en el Tutinqui.

Cuentan que vinieron misiones especiales, con detectores para metales pero no pudieron dar con el lugar, esto se debió seguramente a que se anoticiaron por la carta escrita por Fray Diego de Olivar, que es como sigue:

Santiago de Chile, 4 de diciembre del año del Señor 1738.

Descargo de conciencia por el Con-vento de Sacambaya - Reverendo Padre Comendador de la Compañía de Jesús y Conquistador de los 32 pueblos de Mo-xos, por la Audiencia Real nuestro politi-cario de Charcas, por la gracia de Dios.

Fray Diego de Olivar, residente en la vera del río Sacambaya, compenetración de Ayopaya, declara en la última hora de agonía y dice: Que el mismo año de 1738, se dictó un Decreto Pontificio, Clemente Sanjuanete, para la expulsión de los Jesuitas de todas las comunidades de América, que fue el 18 de agosto a horas una de la tarde, para que seamos remitidos así descalzos a una isla de Roma, de donde yo me extravié asegurando todo el caudal en el mismo convento.

Siete hermanos marcharon y fueron ahorcados en Roma, quienes pertenecie-ron al coro de Martínez, por inocentes; de donde yo confieso: en la capilla a mano derecha, hay cinco copas de oro, trabajadas por mis propias manos, más adentro, en la sacristía, hay una copa grande, con tres correas de cinchones de hierro a tres varas de hondura, donde están depositados dos vasos sagrados del convento y ochenta mil en moneda blanca.

El oro en pepitas fue recogido del Valle Alto, donde teníamos que fundar una ciudad, por su buen clima y su llanura, los nombres puestos por nosotros, en el costado ha de haber un cerro llamado Tutinqui, donde se trepa por todas partes, en la punta se encontrará una pampichuela grande a manera de una plaza, donde quedaron tapados el oro y la chafalonía. Más abajo se transformará al lado del oriente, donde encontrarán a vuelta de una piedra o puerta grande, que ni en mil años se desplomará, porque está tapada por dentro con una piedra grande, donde encontrarán una porción de huesos, donde hay la piedra, se tumbará hacia adentro, allí se encontrará cinco mil quinien-tos quintales de oro (5.500 qq.) y la grandeza que Dios puso en la tierra.

Lo que quiero que disfruten en mi nombre y se acuerden con una misa a San Gregorio y los demás hermanos que fueron ahorcados en Roma.

Que expreso en descargo de conciencia, sus nombres que me subsiguen, Fray Diego de Olivar, Fray Gregorio Valdez, Fray Pedro Cuvay, Martínez Orbasi, Fray Agustín Oliva, Fray Runualdo Peña Soliz, Fray Carlos Bascopé y Fray Parisimo Buchini.

Esta carta que fue copiada varias veces, tiene algunas faltas en su construcción gramatical o fue siempre así por las circunstancias en que se dictó.

La ciudad de La Paz, fue el lugar don-de se encontraron cientos de tapados o entierros de oro, plata y joyas, porque sus dueños talvez tuvieron que huir y pensando volver escondieron lo que con-sideraban un peligro el llevar, algunos nunca más volvieron y así quedaron por años enterrados; otras personas que tro-pezaron por casualidad o al demoler las casas antiguas pagaron con su vida por aspirar los gases acumulados, otros tu-vieron más suerte gozando de la fortuna que la casualidad les había dado.

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