Laura M. López Murillo
En algún lugar del pasado, sobre los archivos empolvados por el olvido y las imágenes desdibujadas por el silencio persiste un afán inquebrantable que alienta los versos de una férrea convicción y esclarece el turbio entorno de la perversidad…
El fallecimiento del poeta argentino Juan Gelman resucita la admiración por el compromiso con la justicia social que reflejó en su obra y por la perseverante búsqueda de su familia a través del encubrimiento oficial. El caso Gelman es una de las historias de duelo y esperanza que se han escrito al margen de la historia oficial de las dictaduras en América del Sur en los años 70 y su feliz desenlace confirmó el grado de perversidad en la represión de la disidencia.
Por el “realismo crítico” de sus artículos, Juan Gelman se exilió en 1975 cuando el régimen militar tomó el poder en Argentina. Así como él, un número indefinido pero significativo de argentinos se vieron forzados a abandonar el país huyendo de las aprehensiones y la tortura. Pero el exilio fue también la causa de la angustia que entristeció gran parte de su vida: el 24 de agosto de 1976, cuando los militares lo buscaron para aprehenderlo, Gelman ya estaba en el exilio, en su domicilio encontraron a su hijo Marcelo de 20 años y a Claudia, su nuera, de 19 años con siete meses de embarazo y los llevaron a un centro de detención clandestino.
Como en muchos casos de desapariciones forzadas se desconocía el destino de los detenidos, solo podían hilvanarse indicios para reconstruir los últimos días de su tormento. Y así lo hizo Gelman. Buscó a Marcelo entre las omisiones y las falsedades en las listas negras de las desapariciones forzadas y encontró su cadáver 13 años después en el fondo del Río San Fernando con un disparo en la nuca en un tambo entre 200 kilos de arena y cemento. El poeta recuperó detalles de la memoria de sobrevivientes y testigos del Plan Cóndor y supo que Claudia fue trasladada en secreto a Uruguay donde dio a luz en el Hospital Militar del que salió con un bebé en brazos para perderse sin dejar rastro; su cuerpo no ha sido localizado y durante años se desconoció la identidad del bebé.
En 1999 con la determinación que prodiga la certeza y cansado de las evasivas del gobierno uruguayo Gelman escribió una carta abierta al entonces presidente Julio María Sanguinetti. La carta se publicó en el periódico “Página 12” y en cuestión de días, el presidente Sanguinetti recibió cartas de 115 poetas de 71 países y 20,000 firmas de Alemania en apoyo al poeta que reclamaba su derecho a sentirse abuelo. Un mes después, el presidente respondió que: “en territorio uruguayo no se han denunciado casos de pérdida de identidad de menores como los que han ocurrido en Argentina. Los menores hijos de uruguayos que se han denunciado en esta situación han sido todos ellos víctimas de circunstancias que tuvieron su escenario en territorio argentino.”
Pero la publicación de las cartas de Gelman, de Sanguinetti y de todas las celebridades que apoyaron al poeta logró que este caso, entre miles, se esclareciera. El reclamo de Gelman fue atendido en el siguiente régimen por el presidente Jorge Batlle cuando la investigación confirmó todos los indicios: la nieta de Gelman fue entregada en el hogar de un oficial de la policía uruguaya y la llamaron Macarena. El 30 de Marzo del 2000, cuando ella tenía 23 años, conoció las circunstancias de su nacimiento, el nombre de sus padres biológicos y al valeroso abuelo que la buscó sin cesar. Desde entonces, Macarena es un “símbolo de la lucha contra la impunidad de las dictaduras del Cono Sur” que no se las puede investigar porque lo impide la Ley de Caducidad.
Este episodio reveló la complicidad entre las dictaduras uruguaya y argentina pero sobre todo exhibió los extremos de la condición humana: la perversidad absoluta en el ejercicio de un poder represivo y el aliento que no claudica en la denuncia de las injusticias ni se resigna en la búsqueda de la verdad. El encuentro de Gelman y Macarena fue un final feliz, pero excepcional porque aún ahora muchos abuelos y abuelas buscan a los hijos de sus hijos desaparecidos durante la dictadura que fueron entregados a las familias de militares o funcionarios del régimen.
Aún no es posible determinar un número y nadie se atreve a hacer una aproximación, pero muchos ciudadanos viven con una identidad ficticia, ajenos a su verdadera genealogía y a los abuelos que aún los buscan porque no hay regímenes, leyes, ni decretos que extingan a la férrea convicción por esclarecer el turbio entorno de la perversidad…
Fuentes:
Bruschtein, L. (2000). “No quedan casi dudas: todos los datos coinciden”. Al llegar a Montevideo el jueves, Juan Gelman ya conocía la identidad de su nieta. Página/12. Recuperado el 17 de enero de 2014.
Cañas. G. (2008). Macarena Gelman: “Fui un regalo robado”. Entrevista. La Nación. Recuperado el 17 de enero de 2014…
Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
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