Solidaridad a la taza

María Milán García

Durante semanas la fotografía de un anciano sin techo con una taza de café circuló por todas las redes sociales. A ella acompañaba el enlace a una pequeña historia, la de los cafés pendientes, que comienza así: “Entramos en un pequeño café, pedimos y nos sentamos en una mesa. Luego entran dos personas: -Cinco cafés. Dos son para nosotros y tres “pendientes”. ¿El final de la historia? “De repente, en la puerta aparece un hombre desaliñado, pobre y pregunta en voz baja: -¿Tienen algún “café pendiente”? Y la película termina con dos protagonistas felices: el que ha pagado el café y el que puede consumirlo. En realidad, la historia empieza justo aquí.

Dicen que en los peores momentos se agudiza el ingenio, y este es el caso también de los cafés pendientes. En 2008, cuando la crisis empezaba a despuntar, personas de todo el mundo perdían su trabajo y, en los caso más radicales, su hogar. Una cadena de cafeterías comenzaba en Nápoles, Italia, la iniciativa “Caffe Sospeso”. La idea surgió en esta ciudad italiana en el Siglo XVII, en época también de pobreza. La gente, cuando tenía un día muy feliz o le había pasado algo bueno compartía su felicidad y se solidarizaba con aquellos que pasaban peores momentos. Para ello dejaban un café pagado para que vagabundos y sin techo pudieran consumirlo. Han pasado desde entonces muchos siglos, pero la solidaridad nunca caduca.

“Cafés Pendientes” es un ejemplo del poder de las redes sociales. Mucho antes de aparecer en los periódicos o telediarios, la idea daba la vuelta al mundo gracias a los enlaces compartidos en Facebook o Twitter, el “boca a boca” del Siglo XXI. México, Colombia, Argentina y Panamá son algunos de los países que impulsan esta idea, también con páginas webs propias. Miles de bares de todo el mundo incluyen en sus cartas, junto al café con leche o al descafeinado este café pendiente. Es una iniciativa altruista, ya que los bares y restaurantes que la desarrollan no reciben beneficio económico alguno, e incluso muchos rebajan el precio del café pendiente para no levantar dudas.

El beneficio es mucho mayor, para el dueño del negocio o cualquier camarero es impagable ser testigo de este gesto anónimo de solidaridad. Un persona, con la mejor de sus intenciones, deja varios cafés pagados para que otra que entre a continuación pueda refugiarse del frío bajo una taza caliente. Y en la mayoría de los casos, ambos protagonistas jamás se conocerán.

El promotor de la iniciativa en España es Gonzalo Sapiño, un joven barcelonés dedicado al marketing que impulsó esta idea para “ver cómo la gente realiza actos generosos, sencillos y de bajo coste y demostrar que ser solidario puede estar al alcance de muchos”. Dirige la página web cafespendientes.es, en la que se puede encontrar información y un listado de los establecimientos en los que se despacha “Cafés Pendientes”. “Hace un año un amigo que trabaja en una ONG nos contó la historia del Caffe Sospeso de Nápoles, nos propuso hacerlo como medida anticrisis y nos pareció una buena idea”, explica Andrés Jiménez. Él y su primo pertenecen a la cuarta generación de gerentes de Café Comercial, en Madrid. En la puerta del local puede leerse la historia napolitana escrita en una pizarra. El gerente cuenta cómo incluso hay gente que viene una vez al mes y deja bastantes pagados. Propone incluso que esta medida se podría hacer de muchas formas en diversos lugares como “en restaurantes que tuviesen un ‘menú del día pendiente’. Se podría hacer con un millón de cosas. Aquí tenemos entradas solidarias de espectáculos de comedia o teatro infantil”.

Razón no le falta, existen infinitas posibilidades de ayudar a los demás sin tener que ir mucho más lejos de la esquina. Dejar un desayuno entero pagado, un bocadillo o una merienda se une al café para solidarizarse con las personas que menos tienen. Este es un pequeño gesto y es necesario continuar con acciones solidarias que hagan este mundo un poco mejor.

La autora es periodista.

ccs@solidarios.org.es

Twitter: @Milanotown

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Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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