Una oposición fragmentada se proyecta dentro y fuera de la Asamblea Legislativa para solaz del oficialismo. El espectáculo ofrecido por Convergencia Nacional no puede ser más deplorable cuando se ingresa a la última legislatura antes de las elecciones generales a efectuarse este 2014. CN, incapaz de consensuar, se dividió en por lo menos dos bandos, cada uno con un jefe de bancada y lo propio ocurrió para los cargos que se reserva a la oposición en las directivas de Diputados y Senadores.
Esta divergencia no es nueva y se la arrastra desde el inicio del período legislativo constitucional, con enorme perjuicio para la ciudadanía no simpatizante con el oficialismo. Los opositores reclaman desde la calle una bancada coherente y eficaz, contestataria al Gobierno. La realidad es que CN es la recolección de personas relacionadas con los supuestos partidos tradicionales, además del Plan Progreso de Bolivia y algunas agrupaciones ciudadanas.
Se trata de partidos organizados a la rápida para las elecciones más próximas. Con más o menos variantes algo similar ocurre en las otras tiendas políticas opositoras de un tiempo a esta parte. Carecen, pues, de trayectoria, de lucha y apenas se les puede pedir ideología. Ingredientes todos que hacen a los verdaderos partidos, hoy ausentes de la arena política.
Los acompañan las llamadas “agrupaciones ciudadanas”. Éstas se deben a la invención de los neoliberales para suplir de algún modo su propia cerrazón, el círculo de sus elites alrededor de allegados y parientes, a su falta de apertura a nuevos cuadros La pretensión era dar alguna participación a los excluidos a través de dichas agrupaciones ciudadanas.
Como suele ocurrir, el pretendido remedio fue peor que el mal. Las agrupaciones ciudadanas afloraron como hongos al conjuro de pescadores en río revuelto para acomodarse en las candidaturas que pudieran darles algún espacio. Así lo muestran los registros electorales del Tribunal Electoral, en el cual abundan nuevas agrupaciones ciudadanas.
En esas condiciones está ausente la disciplina partidaria, la consecuencia y la claridad en las actuaciones. Sólo los partidos institucionalizados y experimentados pueden contar con militantes dotados de mística política y de amor a sus ideales, en el Gobierno y en el Parlamento. La suma de siglas no hace ni puede hacer partido. La cosecha inmediata es el transfugio, el acomodo y la figuración en la búsqueda de beneficios en las Cámaras Legislativas, tal como lo ha denunciado una diputada denodada en su labor fiscalizadora. El país necesita de partidos portadores de planes, propuestas y proyectos sostenidos y sustentables, cuando son Gobierno y cuando son oposición.
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