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Cuando el viernes pasado me aprestaba a acudir a la Basílica Catedral de Nuestra Señora de La Paz para dejar mi oración y encender una velita ante la imagen de la Patrona de nuestra ciudad, llegó a mi casa la cholita cochabambina que me tiene sorbido el seso y echó a perder mis planes religiosos correspondientes a un cholo paceño ilustrado.
Como dice un adagio paceño de Churubamba: “El hombre propone, Dios dispone, viene una chola con plata y lo descompone”,
En efecto, mi pariente espiritual llegó entusiasmada a mi casa y tomándome en sus brazos me dio un casto beso en la frente y me dijo con voz aterciopelada: “Choncuy, chunquituy, periodista palomitay, hoy es día de la Alasita y como eres chiquitito hoy te voy a agasajar”.
Yo no me hice de rogar y haciéndome el guaguay dejé que mi robusta comadre de Quillacollo me arrullara haciéndome beber de un biberón una buena dosis de Johnnie Walker etiqueta negra, cual si fuera mi verdadero cumpleaños.
Luego permití que me bañara en agua caliente, me secara y me rociara unos talcos suaves y perfumados, para luego vestirme de Ekeko y me llevara a la Feria de la Alasita que sería inaugurada por el señor Evo Morales, Presidente vitalicio de nuestro desventurado país.
Cuando llegamos a la Feria de Alasita rogué a mi comadre cochabambina que me dejara en manos de cholas paceñas entre los muchos ekekos que allí se exponían, aunque la previsora Macacha me puso en el cuello un cartelito que decía: “Este ekeko está vendido a una chola de Cochabamba”.
Allí y en medio de centenares de ekekos escuché decir que en cualquier momento llegaría el presidente Evo, quien acababa de comprarse media docena de coches blindados para sus recorridos en la campaña presidencial del presente año.
Todos los ekekos expuestos para la venta hablaban entre ellos y no se dirigían a mí porque ya sabían que yo no estaba a la venta porque pertenecía a una chola rica cochabambina que no es lo mismo que una rica chola cochabambina o una cochabambina chola y rica, pero yo preferí callar porque me hallaba escuchando lo que el pueblo paceño comentaba acerca de los millones de dólares que cuesta la adquisición de varios automóviles blindados que utilizaría el Presidente del Estado plurinacional, multicolor y folclórico.
Después de haber sido mirado y admirado por millares de cholas paceñas fui recogido por mi propietaria cochabambina, quien toda orgullosa de poseer un ekeko paceño de verdad y con título profesional me convidó a servirnos un plato paceño fresquito y recientemente cocinado.
No hay nada que hacer: soy un ekeko con buena suerte, aunque no tengo nada que sea blindado.
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