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Precedido de una publicidad inusitada que le concedieron las máximas autoridades del gobierno, el mayor libre-pensante latinoamericano cautivó a su audiencia al proyectar en sus palabras el encanto del “realismo mágico” y concentró la atención oficialista al fustigar al neopopulismo que abrazan países como Bolivia y Venezuela y calificarlo como modelo incapaz de extraer de la pobreza a ninguna sociedad. El Nobel Mario Vargas Llosa tuvo un pasaje soberbio y tranquilo por Santa Cruz antes de dirigirse a las Misiones de Chiquitos para completar su gira más exitosa por Bolivia.
Seguro y convincente, el escritor habló sin reticencias sobre la literatura y sobre la amenaza que representa la tendencia de conferir a los actos de cultura las características de un espectáculo y un entretenimiento frívolo, tema de uno de sus más recientes ensayos. Y advirtió que un mundo sin literatura sería un mundo de autómatas fácilmente manipulables, ideal para las tendencias autocráticas y totalitarias. De ahí construyó una defensa monumental de la lectura a partir de su propia experiencia de niño y adolescente que en la lectura y de la mano de grandes autores encontró progresivamente su camino de escritor.
Coincidentemente, en estos días se debate en Japón un proyecto para reformar la educación y relanzarla adecuada al nuevo siglo. Entre otras propuestas, el proyecto, que abarca toda la educación preuniversitaria (12 años), sugiere que los estudiantes deban leer un mínimo de 52 libros anuales (uno por semana), hablar cuatro lenguas (inglés, castellano y francés además del japonés), conocer cuatro culturas (japonesa, anglo-americana, china y española) y cuatro religiones, todo como base para adquirir una mentalidad universal, liberada de chauvinismos y prejuicios. En otras latitudes, donde se proclama desdén por la educación superior y algunos confiesan que adquirieron conocimiento a través una misteriosa lectura en las arrugas de sus abuelos, sería interesante conocer opiniones sobre ese proyecto.
Pocas veces ha habido en Santa Cruz -y en Bolivia- una disertación de la calidad que tuvo el primer coloquio del Nobel, anticipo de lo que vendría en sus actividades públicas a lo largo de la semana. Traído por la Fundación Nueva Democracia, en las presentaciones del escritor no tuvieron mayor relieve las descalificaciones erráticas que durante días formularon altas autoridades y dirigentes del gobierno. Vargas Llosa dijo enfáticamente que no había venido a Santa Cruz “para hablar contra Evo”, como había denunciado el Primer Mandatario, y que ni siquiera sabía quiénes eran los líderes de la oposición boliviana. Tampoco hizo eco a quienes hablaron de su derrota política, cuando candidateó a la presidencia en la década de 1990.
Interrumpida por aplausos al menos tres veces, la exposición de 80 minutos confirmó la maestría del escritor para construir oralmente frases y oraciones de manera gramaticalmente correcta, en una cadena que volvía imprescindible cada párrafo precedente. Las transcripciones completas de la disertación, en audio o en alguna versión escrita, ciertamente serán piezas de valor que, los que gustan de buena lectura y de buenas conferencias, sabrán apreciar. Es posible, también, que contribuyan a apuntalar la idea de que no es bueno abrazar las supuestas bondades de la oscuridad en la que yace la ignorancia.
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