En carrera electoral

Son preocupantes, por decir lo menos, las primeras señales concretas de la estrategia electoral explicitada en los actos del octavo aniversario de la actual gestión de gobierno. Todo apunta, por lo visto, a que los esfuerzos desde el oficialismo, y lamentablemente desde la administración del Estado buscarán arrancar, si es posible de raíz, cualquier obstáculo del camino a la re reelección. Implica recurrir al divide y vencerás del algoritmo matemático para sustentar la estrategia política con miras a octubre.

Veamos un poco. Cuando la propuesta tendría que ofrecer unidad y pacificación, en la lógica habitual de las campañas proselitistas, el oficialista gobernador de La Paz propone un tema que genera franca división. Y enfrentamiento ciudadano, dada la idiosincrasia boliviana y sobre todo de los habitantes de esa región del país. Pero esa propuesta, que encajaría dentro de la estrategia de no dejar títere con cabeza en la vereda del frente, parece francamente contradictoria a la hora de sumar votos.

La propuesta de cambiar el escudo de armas de La Paz, el departamento de mayor peso cuantitativo en las urnas, se sustenta en el argumento de que “tiene un componente colonial”, pues el yelmo que incorpora su coreografía “es español y eso no nos representa como paceños”. El gobernador que lleva el nombre de un emperador italiano atribuyó la idea del cambio al presidente, nacido en Oruro, y que para satisfacer sus pretensiones de re-reelección requiere acumular la mayor cantidad posible de votos.

Eso de cambiar símbolos estuvo a punto de hacer naufragar, en la Asamblea Constituyente, el proyecto de nueva Constitución. Suponer que ahora generará consenso es demasiada ingenuidad, por no decir estupidez. La paloma que se posa sobre el yelmo con una rama de olivo en el pico es un símbolo de paz y victoria sobre los fierros. A menos, claro, que su propuesta se inscriba en el afán de sustentar el poder político en las bayonetas militares y los bastones y gases policiales, a despecho de que a La Paz se la identifica como tumba de tiranos y cuna de la libertad.

En el marco de esa contradicción, que puede interpretarse también como señal concreta, el gobierno confirmó la compra de cinco vehículos de seguridad para el presidente del Estado en casi un millón de dólares (6,2 millones de bolivianos). Y justificó el alto costo con el argumento de que “necesitamos proteger la vida del Presidente”. Preocupante, si existen indicios reales de que su vida está en peligro. Aunque podría entenderse, también, en la toma anticipada de previsiones en la perspectiva de tener que recurrir a carros blindados para preservar el poder. Y eso sería señal clara de debilidad. Además de afrenta a los miles que pelean contra un aumento de 50 centavos en las tarifas de transporte.