REALEZA
La soberana dio una lección de profesionalidad, simpatía y elegancia en su breve visita oficial a Italia junto a su marido
No hay otra como Máxima de Holanda. Unas damas reales irradian carácter; otras son todo corazón; otras visten sus agendas oficiales de glamour; otras son extremadamente bellas; otras contagian optimismo…, pero la reina Máxima es un dechado de virtudes y se desmarca de todas como refleja la revista Hola haciendo referencia a la última aparición de la soberana la pasada semana.
La nueva soberana dio en su viaje oficial a Italia una lección de profesionalidad, de simpatía, de elegancia.
Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda se trasladaron a Italia, donde realizaron una de las visitas oficiales encuadradas en la gira de presentación, que desde la investidura del Rey el pasado abril les ha llevado por multitud de países como Alemania, España o el Reino Unido. La reina Máxima, que conquistó a propios y extraños, lució para la ocasión un vestido rosa palo con pléplum, un abrigo sobre los hombros en color chocolate a tono con los complementos, bolso de mano, guantes de piel y zapatos de serpiente. La soberana holandesa, reina en el arte de llevar el sombrero, coronó su espectacular puesta con un tocado y fabuloso adorno de pluma.
Como es habitual en estos breves viajes, normalmente de apenas horas de duración, los Reyes estuvieron acompañados por el Ministro de Asuntos Exteriores, Frans Timmermans. En Roma los soberanos fueron recibidos con todos los honores en el Palacio del Quirinal por el Presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano. Tras un almuerzo de trabajo con el Presidente del Gobierno, Enrico Letta, en el Palacio Chigi, la visita de los Reyes se clausuró con una reunión con el Presidente del Senado, Pietro Grasso, en el Palacio Giustiniani.
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