Menudencias
Los chilenos están, en su mayoría, disconformes con el fallo del Tribunal Internacional que les cercenó parte de su territorio marítimo, sin importarles si es grande o pequeña. En la misma medida que los peruanos están satisfechos y lo celebran, pues habían depositado sus expectativas de agrandar el suyo cuando elevaron su demanda a ese Tribunal. Son reacciones obviamente previsibles.
En Lima, el presidente Ollanta Humala dijo que su país “puede sentirse satisfecho de la labor cumplida, que ha permitido el reconocimiento de derechos soberanos” de Perú, aunque sólo haya sido sobre el 70 por ciento del territorio marítimo que demandaba. En Santiago, el senado chileno declaró que la decisión de la Corte Internacional “es arbitraria y carece de todo fundamento jurídico” al lamentar “profundamente” que el fallo determine la pérdida de derechos económicos sobre una determinada cantidad de kilómetros cuadrados, no importa cuántos.
Es que todo depende del cristal con que se mira. Y en este caso, depende también del lado desde el que se mira. A veces incluso desde el mismo lado. En contraste con el senado de su país, el presidente chileno declaró, por ejemplo, “esto nos alegra” porque el fallo “confirma que Chile mantiene la casi totalidad de sus derechos de pesca”. Como en todo conflicto, en la valoración influyen las razones y los argumentos jurídicos en la misma medida que los intereses políticos, económicos y los sentimientos de Patria. Por eso, simplemente, el fallo de La Haya generará controversia larga. Al margen de que, como en todo pleito, unos pierden lo que otros ganan. Decir desde orilla ajena que fue “equitativo” o “justo” o alegrarse de que haya favorecido a una parte y perjudicado a otra es pues ocioso. Lo más que se puede, seguramente, es juzgar si el trabajo de los jueces respetó los parámetros que permiten su cualidad humana, los principios éticos y sobre todo las normas jurídicas.
Aunque por lo general es casi siempre preferible mirar para otro lado en pleito ajeno. En este caso, sin embargo, puede resultar peligroso limitarse a mirar de palco la actuación y el fallo del Tribunal, pues es el mismo al que Bolivia presentó su propia demanda contra Chile. Es pues importante aprender de pleito ajeno. Y eso supone conocer a fondo antecedentes, argumentos de unos y otros, desarrollo del proceso, trabajo de los jueces y los fundamentos que utilizaron para sustentar su fallo. Son datos elementales para un manejo correcto de la demanda propia que seguramente conocen bien nuestros delegados en La Haya.
Pero tras el final del proceso de seis años, ahora importa también, y mucho más, analizar el fallo y sus alcances y consecuencias. Nos guste o no, la decisión inapelable del Tribunal incidirá, por angas o mangas, en los intereses y expectativas de nuestro país. Las primeras reacciones, en Chile, lo muestran de manera clara, más allá del tema de fondo. Un primer hecho objetivo es que exacerbó el sentimiento nacionalista de los chilenos, lo cual tiene que ver directamente con sus expectativas en relación con el proceso abierto con Bolivia e incluso con su perspectiva sobre sus relaciones con nuestro país.
El ex ministro chileno de Defensa Mario Fernández declaró, por ejemplo, “hay que tener cuidado con Bolivia porque, al tratarse de una demanda tan heterodoxa, pueden los jueces tomar muy en serio esa demanda y resolver de manera inesperada para nosotros”. Su criterio resume el de una parte de sus paisanos entre los que hay incluso parlamentarios que hablan de abandonar el Pacto de Bogotá y gente fanática en desconocerle justicia a la demanda boliviana.
Además del cambio en materia de sentimientos nacionalistas, desde la óptica del lego y el sentido común simplemente es posible que tenga también consecuencias prácticas sobre nuestras expectativas de acceso soberano al mar. Al final de cuentas, lo que Bolivia pretende no es sólo un sector de playa para hacer turismo. Exige un acceso a territorio marítimo con todos los derechos que implica. Y el fallo de La Haya recompone el límite marítimo entre Chile y Perú justamente en un sector sobre el cual, de alguna manera, nuestro país tiene expectativas naturales.
Visto así, si la solución era ya políticamente complicada y técnica y jurídicamente difícil, el camino hacia el mar es ahora, además, cuesta arriba. El análisis de situación comprende planos político, jurídico, histórico y además de sentimientos e imágenes colectivas prevalecientes hoy, tras el fallo del lunes. Si es así, la sola presencia en la comisión de ex presidentes y ex cancilleres convocada a analizar puede resultar insuficiente, por capaces, patriotas y respetables que ellos sean.
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