Los miembros de la Asamblea Constituyente convocada por Antonio José de Sucre decidieron declarar la independencia y fundar la nación, adoptando la decisión de llamar “Bolívar” al nuevo Estado porque consideraban que así ganaban la buena voluntad del Libertador que se oponía a la creación de un país soberano.
Sucre al vencer en Ayacucho, batalla decisiva que dio inicio al nacimiento del nuevo Estado, fue el artífice de la creación y organización de la Patria. Él influyó en la Asamblea con sus sugerencias, para que se mantuviera firme la decisión de ser Bolivia, no un apéndice de Perú o de Argentina. Su lucha fue dramática, heroica y decisiva.
Sucre se dedicó a la actividad organizativa. Sentó las primeras bases de la administración, encauzó por la senda del derecho, la justicia, el trabajo, y la honradez la vida nacional hasta entonces sumida en la anarquía propia de la guerra. Fue ejemplo de honestidad, desprendimiento, bondad y patriotismo en una Patria que no era la suya propia, pero él la quería como tal.
Lamentablemente, cuando la nueva República no había restañado todavía sus heridas abiertas en la larga campaña, se iniciaron maniobras y ajetreos de osados arribistas militares y ambiciosos políticos “salvadores de la Patria”, que comenzaron por negar autoridad al Mariscal, dada su condición de extranjero, aunque el Congreso le había concedido la nacionalidad boliviana. Sus enemigos le endilgaron además el propósito falso de querer implantar una dictadura.
Se atentó contra su vida en el cuartel de San Francisco de la capital. El saldo fue la herida en el cuello, fractura de aquel brazo que luchó por la libertad. Fueron los militares bolivianos a la cabeza del rastrero coronel Pedro Blanco que llamaron al general peruano Agustín Gamarra para que con sus seis mil hombres acabara con el caos existente y se pusiera “entre la víctima y los asesinos”, para luego después firmar el humillante Tratado de Piquiza. En retribución Gamarra le dio a Blanco el grado de general y luego sería Presidente de Bolivia.
Sucre convaleciente aún fue echado ignominiosamente del país. Su esposa e hijos lloraron amargamente. Por ingratitud lo despidieron con amenazas que, por supuesto, no alcanzaron a su figura ya instalada en el templo de la inmortalidad y la gloria.
La caída del Gran Mariscal parece haber provocado el comienzo de una maldición bíblica, una desgracia de la que no podemos salir en 189 años de existencia. Hemos tenido 65 presidentes, 36 golpes de Estado, 18 dictadores. Los militares retuvieron el poder más alevosamente que los civiles. Tenemos política sucia, corrupción, ambición de poder, inversión de valores. Seguimos en el subdesarrollo, como mendigos, a la zaga de países atrasados, faltos de educación.
Sucre nació en Cumaná, Venezuela, el 3 de febrero de 1795. Militar, ingeniero, estratega, político, filósofo, fue el segundo presidente de Bolivia desde el 3 de enero de 1826 hasta el 18 de abril de 1828. Murió asesinado en Berruecos el 3 de junio de 1830.
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