Desde hace algún tiempo la ciudad de La Paz no es tomada en cuenta para la realización de acontecimientos internacionales de diversa índole, lo que causa extrañeza en todos sus habitantes y, con mayor razón, si se considera que es la sede del Gobierno, por lo cual se supone que debería gozar de ventajas y consideraciones. Sin embargo la realidad es que hay una discriminación de regiones, lo que no es bueno para la unidad del país.
No obstante, nuestra ciudad está adornada por la naturaleza, tiene una belleza espectacular, por la cadena de montañas y nevados que circundan sus alrededores, como el majestuoso Illimani, y no en vano ha sido candidata a figurar como una de las siete maravillas del mundo. La urbe paceña está situada a 3.200 metros de altura sobre el nivel del mar y cuenta con un aeropuerto obsoleto y deteriorado, que está a más de 4.000 metros de altura. Lo correcto y razonable era construir un nuevo aeropuerto a más baja altura, como se tenía planeado en la zona de Río Abajo, cuya altura favorable es de 2.200 metros, lo que no perjudica a visitantes del exterior, que viven a 200 metros de altura sobre el nivel del mar.
Muchos paceños seguramente no están de acuerdo con la simple remodelación del actual aeropuerto o la posibilidad de hacer en la población de Laja otro nuevo, porque no se soluciona el problema de altura para los visitantes del exterior, que es la parte negativa del actual aeropuerto. La Paz contribuye con sus recaudaciones al erario nacional, por lo tanto se tiene los fondos necesarios para construir un nuevo aeropuerto, la cual necesita con premura, por ser sede del Gobierno Central.
La cadena de hotelería de la urbe es amplia, variada y confortable, para realizar cualquier tipo de acontecimientos internacionales. Los centros hoteleros están ubicados fuera del radio urbano central, a fin de dar garantías de toda índole a visitantes o delegaciones. Estas instalaciones hoteleras se han desplazado a zonas como Miraflores o a la zona Sur, donde el ambiente es diferente al del casco urbano central de la ciudad, donde con frecuencia se realizan manifestaciones y marchas de grupos sociales o trabajadores, que demandan mejores condiciones de vida, alterando la quietud de los habitantes del lugar y perjudicando al comercio, industria y movimiento bancario cotidiano.
Pese a todas las vicisitudes que conspiran contra el trabajo diario de la población, esta metrópoli sigue progresando a como dé lugar. El parque automotor de la ciudad de La Paz llega a medio millón de vehículos de toda índole, que provocan embotellamiento y colapso del tráfico urbano central. El transporte masivo de sus habitantes es una necesidad, para solucionar el problema del desplazamiento de más de 300.000 personas, que se trasladan diariamente desde El Alto a nuestra ciudad o viceversa, para cumplir obligaciones diarias de trabajo.
El movimiento cotidiano de la ciudad es digno de ser contemplado, al igual que la construcción permanente de edificios altos de hormigón armado. Parques y jardines impresionan por su belleza en las alturas andinas y todo ello debería ser apreciado por turistas o delegaciones que asisten a eventos internacionales. La Paz, ciudad única por sus hermosas características, reclama su derecho como sede del Gobierno y no atender tal pedido provoca comentarios e interrogantes negativos para la imagen de Bolivia.
El autor es Profesor Emérito de la UMSA.
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