El deseo de libertad e independencia que nuestros antepasados lanzaron a la historia fueron zarandeados por el viento del destino, ya que tras 15 años de sangrientas batallas entre patriotas y realistas, se negaba a permitirles el logro de sus ideales; pero la voluntad de gobernarse por sí mismos no decaía: levantamientos por doquier, guerrillas que se enseñoreaban de partes del territorio eran cosa de cada día.
Finalmente, la victoria de Ayacucho, conseguida por el general Antonio José de Sucre, el 9 de diciembre de 1824, enfervorizó a los patriotas y encendió el debate acerca de la soberanía de la otrora Audiencia de Charcas. La colonia española en el Perú había caído, por lo tanto, se preguntaban: ¿cuál iba a ser la suerte política de este territorio? ¿Pertenecería a Buenos Aires, a cuya jurisdicción estaba sujeta desde finales del Siglo XVIII? ¿Era parte del Perú, el cual de facto había tomado el mando de este territorio luego de la independencia argentina; y, que, además, envió fuerzas que ahogaron en sangre el ansia de libertad? ¿La larga guerra de guerrillas no se había expresado por la independencia total, ya que renunciaron a la ayuda argentina y continuaron la pelea con sus propias fuerzas?
Muchas veces el hecho político tiene raíces que no están en consonancia con el orden jurídico establecido; y en ese entonces esto saltaba a la vista. Pero la realidad objetiva que se vivía limitaba a los patriotas: el ejército de Pedro Antonio de Olañeta, el empecinado realista, ocupaba el territorio, el ejército de Simón Bolívar se aprestaba a ingresar en el Alto Perú para darle batalla; el Libertador era Presidente del Perú, y, además, pensaba que el Utti Possedetis Juris era el instrumento jurídico para demarcar los nacientes territorios libertados de España. Por lo tanto, había que tomar en cuenta los derechos e intereses de Buenos Aires y del Perú. Situación complicada e incierta, puesto que ambos países habían gobernado de alguna manera a este territorio durante el último tiempo. ¿Una vez más había que esperar la decisión ajena para conseguir la independencia?
Mucha gente se puso a trabajar por la independencia total tratando de vencer las dificultades que se les oponían, especialmente cuando conocieron el decreto del 9 de febrero de 1825, expedido por el Mariscal Sucre, que en su 1er. artículo establecía: “Las provincias denominadas del Alto Perú quedarán dependientes de la primera autoridad del ejército libertador, mientras una asamblea de diputados de los pueblos delibere la suerte de ellas”.
Se convoca a una Asamblea de diputados de este territorio para decidir su situación político-jurídica, pero al mismo tiempo, en el último artículo de ese decreto se limita la autoridad de esa Asamblea: “12.- Una copia de este decreto se remitirá al gobierno del Perú y a los gobiernos que existan en las provincias que antes componían el Virreinato de Buenos Aires, protestándoles que no teniendo el ejército libertador miras ni aspiraciones sobre los pueblos del Alto Perú, el presente decreto ha sido una medida necesaria para salvar su difícil posición respecto de los mismos pueblos”. Es decir que quienes han de decidir en definitiva la situación de este territorio son los gobiernos de Buenos Aires y del Perú.
El acto humano, que es el que hace la historia, es muy complejo; y suele tener aristas y vericuetos que lo conducen a situaciones no previstas por quien lo ha realizado; o, a veces, se juntan actos que en principio iban por diferentes direcciones, y en determinado instante se unen para producir consecuencias inesperadas.
¿Sucre se dio cuenta de que la mayoría de la población altoperuana quería su independencia soberana y actuó en consonancia con ella?, ¿o quería evitar que al sur de la Gran Colombia existiera otra potencia capaz de rivalizar con ella, como alguna vez se ha dicho? Eso no lo podremos saber jamás. Lo cierto es que el 8 de enero de 1825, en carta dirigida a Bolívar desde Cusco, le dice: “(…) tenemos que trabajar en un país que no es del Perú, ni parece que quiere ser sino de sí mismo” y le pide instrucciones. Como el Libertador tarda en responderle, Sucre expide el decreto de 9 de febrero ya mencionado.
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