Las minas colocadas en zonas fronterizas fueron los elementos bélicos que distorsionaron el sentido de la convivencia civilizada en esta parte del continente latinoamericano. En este marco, Chile, el país agresor de 1879, las utilizó para eludir su responsabilidad histórica de dar una pronta solución al problema marítimo boliviano. En consecuencia la alfombra de minas antipersonales y antitanques con la que cubrió el general Augusto Pinochet la frontera boliviano - chilena, subsiste, como una señal de enemistad, amenaza e intimidación, en tiempos democráticos. Tal accionar no sólo ha profundizado las suspicacias en ambos países, sino que ha permanecido como una seria amenaza para la paz regional.
El presidente Sebastián Piñera habría determinado suspender, según se denunció el pasado año (EL DIARIO, 25/3/2013), el retiro de minas, que sumarían alrededor de 500 mil, diseminadas durante la década del 70, como una flagrante violación de la Convención de Otawa, Canadá. Y, por supuesto, como una afrenta a los supremos objetivos de la cultura de la vida.
“Algunos presidentes de Chile, como Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, avanzaron para retirar las minas, pero Piñera ha paralizado totalmente el desminado”, afirmó en marzo de 2013, refiriéndose a dicha situación, el mandatario boliviano.
Con el minado de fronteras Chile no hizo otra cosa que rehusarse a solucionar nuestro centenario enclaustramiento. Había cerrado, una vez más, la mente, los ojos y oídos, ante el clamor boliviano, que exigía la restitución de su salida al océano Pacífico. Con ese hecho ratificó su negativa rotunda a devolvernos lo que nos pertenece legítima e históricamente. Así se inscribe la cicatería chilena en todos los tiempos.
Mientras persista esa actitud belicosa será muy difícil hablar de una verdadera integración boliviano - chilena. Es que por el problema marítimo que ahora es de conocimiento de la Corte Internacional de Justicia, no estamos en condiciones de confundirnos en un abrazo de paz, amistad y confraternidad, que nos permita afianzar la tranquilidad y consolidar el entendimiento civilizado, en la histórica perspectiva de construir un futuro promisorio.
Bolivia desde los tiempos del presidente Manuel Bulnes (1841-1851) estuvo en la mira del expansionismo chileno. Su riqueza, representada por guano, salitre, plata y cobre, despertó la codicia del país vecino, que inclusive se declaró propietario de las guaneras de nuestro Litoral, mucho antes de 1879. Y actuó en connivencia con el poder económico inglés, protagonizando la invasión más nefasta del Siglo XIX, que determinó el centenario encierro geográfico boliviano.
En suma: que la respetable Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, tome debida nota, cuando la demanda boliviana ingresa en la fase de presentación de memorias, de aquel inamistoso hecho protagonizado por Chile, que puso en vilo la paz regional.
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